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LA PANGA

MAYAHUEL HURTADO | Opinión | 26/03/2019

A MÉXICO LE DEBEN MUCHAS DISCULPAS; ESPAÑA, UNA DE TANTAS

Desde que estaba en campaña quien hoy despacha en Palacio Nacional como presidente de los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, repitió una y otra vez: “Juntos haremos historia”; desde entonces advirtió que se harían cambios, se destacarían a aquellos personajes olvidados en nuestra historia y se acentuarían datos que por décadas han permanecido lejos de los libros de la enseñanza.

Para que tal cosa sucediera, se haría una revisión exhaustiva de los acervos históricos del país y se enriquecería para que la historia sea la versión más apegada a la realidad de los hechos y esté al alcance de todos los mexicanos.

Coincido totalmente en el sentido del pabellón de los olvidados, donde hombres y mujeres valientes que ofrendaron su vida para que hoy todos gocemos de una libertad y del ejercicio libre de nuestros derechos. Son estos personajes héroes anónimos que no figuran en los libros y fueron de gran importancia para que tengamos protección de las leyes y la libertad de elegir la forma en que queremos vivir, en cómo pensamos, nos expresamos, profesamos una religión e incluso la ausencia de la misma, tomamos decisiones, participamos en política, elegimos una carrera o la forma en que haremos nuestro proyecto de vida, decidimos a quién amar, con quién nos casamos y vivimos.

Si las cosas no funcionan, tenemos el derecho de decidir estar separados, divorciados, solteros. Decidimos sobre nuestra salud, también qué estudiaremos, trabajaremos y hasta dónde depositarán nuestros restos mortales al fallecer.

Todo eso y más fue como resultado de años de lucha en donde miles de personas murieron, en donde lucharon codo a codo de forma desinteresada para que incluso yo escriba esta columna y usted me brinde el favor de leerla.

Podría citar a Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, Ignacio López Rayón, José Francisco Osorno, Víctor Rosales, Marcos Castellanos, Aquiles Serdán, Ricardo Flores Magón, Encarnación Díaz, Jesús H. Salgado, Nabor Mendoza, Heliodoro Castillo, Julio A. Gómez, Julián Blanco, Silvestre Mariscal, Crispín Galeana, Ignacio Maya, Pedro Saavedra, Martín Vicario, así como Rómulo y Ambrosio Figueroa, entre tantos héroes anónimos.

Pero también a muchas mujeres que la historia ha olvidado y fueron claves para que hoy las féminas luchen por sus derechos, como Sor Juana, Mariana Rodríguez del Toro, Gertrudis Bocanegra, Leona Vicario, María de la Luz Espinoza, Carmen Vélez, Clara de la Rocha, María Quinteras, Ángela Jiménez, Petra Herrera, por citar algunas notables mujeres que de manera valiente participaron en los movimientos de Independencia y Revolución.

Puedo citar otros movimientos en los que los héroes anónimos no han sido reconocidos como sus grandes aportaciones para la consolidación del México moderno, a todos y cada uno de ellos se les debe una disculpa por omitirlos de las páginas de los libros que albergan nuestra historia y una doble disculpa por no estar sus nombres en los libros que enseñan la historia en miles de aulas en todo México.

Pero vamos un poco más atrás, a las entrañas de los textos de Bernal Díaz del Castillo, en donde narra de forma cruda cómo fue la Conquista de México y de cómo los abusos sexuales a las mujeres eran constantes, donde en algunos casos las mataban si se oponían a ser ultrajadas y mataban al hombre que se atreviera a defenderlas.

Nuestra tierra era próspera, llena de riqueza mineral y cultural, el verdadero valor que cuidaban con celo sus pobladores eran los códices y libros sagrados, sus templos, rituales y formas politeístas de adorar a sus deidades.

Eran hombres de pesca, caza, cultivos y chinampas. Pero fueron dominados de forma violenta por presidiarios y delincuentes que enviaron a través de las embarcaciones que arribaron a nuestro territorio. Donde masacraban con sadismo a cientos de indígenas que su único pecado era ser nativos mexicanos, hablar dialecto y tener una visión cultural distinta.

Mataban hombres y familias enteras, sin ningún pudor abusaban de niñas y jóvenes, ante la impotencia de sus padres y hermanos que fueron esclavizados para trabajar de forma inhumana para edificar castillos, templos y villas para que los conquistadores se establecieran.

Mataron en nombre de Dios, de la Iglesia Católica y en nombre de la Corona Española, en jaulas llevaban a los indígenas quienes atravesaban el mar para ser expuestos en jaulas en donde eran despreciados, apedreados o morían de hambre, incluso de alguna peste. Fueron los criollos, hijos de españoles nacidos en territorio mexicanos, quienes junto con los esclavos indígenas decidieron poner fin a esta masacre. Entre ellos, hombres valientes y también sacerdotes que se rebelaron y terminaron con una excomunión inhumana, como la que fue dictada a Miguel Hidalgo y Costilla, en donde la iglesia lo maldijo en cada célula de su cuerpo por haberse atrevido a levantarse contra la corona.

Fue una fusión obligada, se llevaron algo más preciado que el oro, se llevaron nuestra cultura, nuestros vestigios arqueológicos, nuestra esencia misma, destruyeron códices y templos, palacios y zonas urbanas, quisieron arrancar todo, pero nuestras raíces se sujetaron firmemente a nuestra madre tierra.

Claro que es justa la disculpa que exige el presidente AMLO a quienes en 1492 se creyeron con el derecho de masacrar vidas y atentar contra la cultura e historia de un pueblo, también merecemos esas disculpas por los excesos permitidos en el nombre de Dios, porque lo hicieron de forma alevosa, ya que Dios no quiere eso para sus hijos.

Nos heredaron una religión, costumbres culinarias, así como otras ideas de vestir y vivir. También nos heredaron enfermedades como labio leporino, varicela, gonorrea, gripe y muchas más.

Claro que México, nuestro pueblo, merece una disculpa por los excesos y los abusos a los derechos humanos, por las dignidades pisoteadas y por nuestra historia destrozada.

A México le deben muchas disculpas; España, una de tantas…

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