GOBERNADOR MARIO ANGUIANO
Decía Jean Paul Sartre que el intelectual es alguien que se mete en lo que no le importa, definición que en mí no aplicaría porque, contrario a muchos opinadores de los medios de comunicación de mi ciudad, ni me considero un intelectual por ningún costado y sí, en cambio, me atañe e importa todo lo que pasa en Colima, ese único universo (vital y literario) al que soy cada vez más irrenunciable. Digo lo anterior, porque aquellos que sí se asumen intelectuales están en un error si creen que ser un intelectual tiene como condición sine qua non estar en contra de todo lo que haga o deje de hacer el gobierno, como también estarlo ciegamente a favor. Sí creo, en cambio, que el intelectual debe asumir una posición y seguir sus propias convicciones ideológicas y morales, como lo han hecho, por ejemplo, en Latinoamérica, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, por un lado, y Gabriel García Márquez y Mario Benedetti, por otro. A unos y a otros, por sus posiciones liberales o de izquierda, o por su paso de una a otra, les han llovido piedras o flores dependiendo si se trataba, obviamente, de opositores o adeptos, y esto dejando a salvo –por Dios- sus aportaciones literarias, que hoy son indudables. Incluso entre ellos (y aquí está aquel acalorado debate entre Vargas Llosa y Benedetti) no hay acuerdos tácitos ni últimas palabras, pero hay, insisto, convicciones. En este sentido, lo que ahora le sucede a la administración del gobernador Mario Anguiano es ejemplar: la rabia de quienes perdieron el poder (innecesario ya nombrarlos) no cesa y cada vez es más, digamos, desesperada. Ahí que se ahoguen en su tinta. Yo me pregunto: ¿en tales críticas subyace realmente una intención propositiva? Si así lo fuera, entonces habría propuestas y no todo sería negro sobre negro. Y vuelvo a preguntarme: ¿es verdad que la gestión de Mario Anguiano es un error tras otro error tras otro error, como tal grupúsculo quiere hacerlo ver? Cualquiera en su sano juicio diría que no. ¿Ha cometido errores el gobierno anguianista? Cualquiera en su sano juicio diría que sí. Pero de ahí a entregarle el poder a los salvaguardas de la corrupción, que siguen con la herida abierta, es otra cosa. O me pregunto: ¿ellos traerían el beneficio que, implícitamente, nos hacen creer?, ¿estuvo mejor Colima cuando estuvieron en el gobierno?, ¿estaría realmente mejor si lo volvieran a tener, como ansían? Lo que cosechamos hoy en Colima, no lo olvidemos, incluida la violencia, es lo que ellos sembraron. Así que saque cada quien sus cuentas. Entonces yo, como Paz o Vargas Llosa, como García Márquez o Benedetti, me defino como lo he hecho siempre y digo: la administración actual no debe, por tanto, ceder a estos chantajes y, en cambio, seguirle dando a su proyecto de gobierno un rostro social, poniendo principal énfasis en los grupos minoritarios. Aunque todo se le muestre adverso, recuerde el gobernador, por último, que su gestión no es ese “apocalipsis” que nos quieren hacer ver. Si no lo creemos muchos, tengo la certeza de que tampoco lo cree él.
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