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MEADE, EL NIÑO INTELIGENTE DEL SALÓN
Carece del magnetismo mediático de Andrés Manuel López Obrador y la destreza histriónica de Ricardo Anaya, pero José Antonio Meade ha sido el candidato de las propuestas serias en esta precampaña. Quizá, por esa misma formalidad, las propuestas de Meade no tienen la estridencia y pirotecnia de una amnistía a narcos –como sugirió el candidato de Morena—o una renta universal por el hecho de ser mexicano –como promete Anaya--.
No hay demagogia, imposturas ni promesas imposibles de cumplir y que colindan con la inverosimilitud, como esas de que le van a dar dinero a todos los que no estudian ni trabajan. O de que les van a dar una renta por el simple hecho de ser mexicanos. En las propuestas de Meade hay datos, fundamento, metodología. Pero eso a quién diablos le importa en una contienda electoral donde lo que cuenta es vender productos milagros.
Como todos, Meade tiene fortalezas y debilidades. Unas más que otras. De entrada, se puede decir que es un funcionario de carrera, con más de 20 años de trabajo en el servicio público. De los candidatos, es el que cuenta con más experiencia porque fue secretario de energía, de relaciones exteriores, de desarrollo social y en dos ocasiones fue secretario de hacienda y crédito público; esto en las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Su fortaleza más grande es su hoja impoluta de servicio: no es un político corrupto, y tan es así que ni Anaya y mucho menos López Obrador lo han atacado por actos de corrupción: es un político limpio, condición atípica en el sistema político mexicano, donde pululan los actos de corrupción. Tampoco está afiliado a ningún partido político, lo que contrasta con los demás candidatos.
Ahora bien, Meade podría ser un excelente presidente, pero es un mal candidato. Su inteligencia no compensa la falta de gracia y carisma, cualidades intrínsecas en un candidato presidencial. Es el niño serio, inteligente del salón, que hace sus tareas y cumple con sus estudios, pero que no goza de la popularidad del deportista o el rebelde de clase.
Aunado a esto, carga con el voto antipri y con los resultados magros de una política económica que no acaba por convencer a la mayoría de los mexicanos: el encono crece conforme aumenta la gasolina y el poder adquisitivo disminuye. Y eso no lo compensa ni los más de 3 millones de empleos generados en el gobierno de Peña—cifra histórica—, mucho menos que se evitara una crisis económica por la caída de los precios internacionales del petróleo. Reitero: a eso a quién le importa.
Sin embargo, a pesar de estos aspectos negativos, hasta el momento creo que Meade es el único de todos los candidatos que ha formulado propuestas viables. Una de ellas tiene que ver con la seguridad: propuso reformar las leyes de extinción de dominio para poder quitarle recursos y dinero a los delincuentes y a sus operadores.
Aquí ya habíamos expuesto la necesidad de reformar la ley para que realmente se paralizaran las estructuras financieras que nutren a los grandes capos del narcotráfico. De nada sirve sus detenciones si se mantienen incólumes los mecanismos y vías financieras que nutren su actividad delictiva y le dan gran poder logístico a los cárteles.
Propuso, también romper con el tráfico de armas e impulsar un esquema de capacitación policial homogéneo en todo el país, la homologación de penas en todos los estados y un sistema de identificación criminal eficiente y actualizado. Es lo más sensato que se ha escuchado hasta el momento en materia de seguridad. Sin embargo, dentro del show mediático, las propuestas serias son opacadas por las ocurrencias y la demagogia.
Y es que a quién le importa la planificación, las propuestas serias, viables y que se requieren (necesarias) si podemos ver a Andrés Manuel liberar tortuguitas y a Ricardo Anaya tocar el piano con sus hijos.
DOS PUNTOS
Es obsceno la forma como emigra lo peor de la política a Morena: Manuel Bartlett, Elba Esther Gordillo; eran los de la “mafia del poder” y ahora están con Andrés Manuel; se llenó de priistas como Alfonso Durazo, Socorro Díaz, Porfirio Muñoz Ledo y Esteban Moctezuma, personajes del salinismo, zedillismo y de todo lo que en el discurso Andrés Manuel reniega, criminaliza y descalifica, pero en los hechos consciente: el PRI. Ahora todos están perdonados, purificados. Y su militantes hacen mutis. Todo le perdonan a su líder con una aquiescencia acrítica. Por eso digo que Morena no tiene militancia. Tiene feligresía.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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