LAS RUINAS DEL PRI
No se puede estar hablando de estabilidad financiera si cada que hace una declaración el gobernador Nacho Peralta no habla de otra cosa sino de pedir préstamos millonarios para hacer frente a los supuestos compromisos del Estado. Se sabe que pedirá pronto un crédito de cerca de 400 millones pero ese no es el que preocupa sino otro que están preparando por casi dos mil millones de pesos, y del cual poca información pretenden darle a la población. Pero de esto no quiero hablar ahora, lo cual será motivo de otro Paracaídas, sino más bien de las ruinas en las que se ha convertido el PRI local desde la llegada del mandatario Peralta Sánchez. El registro empieza desde aquella primera renuncia de Javier Siordia a la dirigencia del PRI municipal Colima, luego la de su homólogo Rubén Álamo en Manzanillo (estruendosa, por cierto), después la de Vianey Chapula en Villa de Álvarez (por demás indignante por la ofensa a su integridad de mujer), poco antes la abrupta salida de Miguel Chávez Michel, y por último la renuncia de Edgar Larios, quien se venía desempeñando como secretario de organización del PRI, con una estridente carta en la que aparte de describir al gobernador Nacho Peralta como autoritario, también lo define como vanidoso, intolerante y soberbio, vicios que justamente van en contra de lo que debe ser un buen gobernante.
Nada nuevo, claro, pero sí muy significativo porque quien lo dice es alguien de adentro de la casa, un priista que ha padecido justamente lo que todos los colimenses padecemos sin redención todos los días, y que debido a ello menos podemos aspirar a una transformación real de nuestra entidad, pues si los de adentro de casa huyen por las vejaciones del Ejecutivo estatal, qué puede esperar la sociedad civil, a quien mira desde la pequeña ventanilla de un avión privado que se regocija en las alturas mientras se aleja de una realidad donde la violencia, el hartazgo y la impotencia siguen imparables.
Dije al principio que no iba a hablar del terrible endeudamiento al que seguirá sometiendo el gobernador Nacho Peralta a nuestro Estado y, aunque esto es verdad, no quiero concluir sino diciendo que más vale que no lo haga, es un imperativo que cuide el porvenir de los colimenses como cuida su cada vez más grande patrimonio, y que no lo endose al desasosiego de miles de ciudadanos que no merecen ver derrochados sus bienes en campañas electorales, cuentas privadas o mafias políticas, todo ello sin mostrar la mínima sensibilidad.
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