POR: Adalberto Carvajal
Los problemas que se generaron al urbanizar Las Pichoneras, sólo terminarán demoliendo esas viviendas y haciendo una nueva traza.
DOBLE COMPROMISO:
El 27 de junio, la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda del Valle de México (Canedevi) y la Asociación de Desarrollos Inmobiliarios (ADI) firmaron en la Ciudad de México el Código de Ética del Sector Inmobiliario y Vivienda, cuyo propósito es mejorar las prácticas en la materia.
El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, al atestiguar el acto destacó que este código de ética genera un doble compromiso: el de ambas asociaciones inmobiliarias para ser los primeros en cumplir en cada una de las obras “con todos los puntos que marca la ley”, y el de la administración capitalina para poner fin a las extorsiones y a la corrupción generada por algunos servidores públicos en contra de los desarrolladores.
Un experto en urbanismo, al comentar el documento en un programa de radio, señaló que la falta de un compromiso ético provocó en el pasado, entre otros males, el despoblamiento paulatino del centro histórico y los consecuentes asentamientos de las nuevas generaciones de defeños en la periferia de la zona metropolitana.
Que por falta de vivienda a precio accesible la gente se haya trasladado a las orillas, tiene enormes costos sociales y supone pérdidas en horas hombre por los traslados de esos antiguos habitantes del centro, desde las delegaciones capitalinas más alejadas o desde municipios mexiquenses, a los centros de trabajo que siguen estando en las proximidades del casco antiguo de la ciudad.
NO ES ÉTICO PERO SÍ LEGAL:
Sin duda, nos ha hecho falta en la entidad un código similar. En la zona conurbada Colima-Villa de Álvarez los desarrolladores inmobiliarios y edificadores de vivienda, en mancuerna con las autoridades estatales y municipales, se las ingeniaron para atentar contra la calidad de vida de las familias que adquirieron (o rentan) una de esas casas.
Y al ir contra su propia clientela afectan a toda la comunidad. Como recordó Mancera, muchos de esos proyectos habitacionales no cumplen con los estándares de calidad a nivel nacional e internacional, en términos de respeto a las normas de obligaciones, cuidado de medio ambiente, colaboración con la comunidad, responsabilidad social y la búsqueda de la excelencia.
Sin embargo, como en Colima se han venido ajustando las leyes en la materia, aquí no se viola la norma pero sí la ética. No es ilegal en nuestro estado vender casas con cinco metros de frente o incluso menos cuando se trata de un duplex. Ni tampoco construir viviendas con techos que se pueden tocar con el brazo extendido, y que por su baja altura no permiten la circulación de aire.
No falta a la ley comercializar fraccionamientos con andadores en vez de calles, o con las llamadas vialidades para uso restringido que son en realidad callejones de servicio en donde se han sacrificado hasta las banquetas para que los vehículos puedan circular, mas no estacionarse.
Por ser tan laxa, la mayoría de los desarrollos cumplen con la ley de vivienda aunque falten a la más elemental ética. No es correcto, por ejemplo, cuando entregan la colonia al municipio (y éste se los recibe) con cableado subterráneo pero sin una red de alcantarillado.
Sabemos que los encharcamientos en la zona metropolitana de Colima se deben a muchos factores, entre ellos a que hemos alterado el sistema de drenes naturales y vasos reguladores al urbanizar predios que antes fueron zonas de cultivo o praderas.
Es verdad, en el valle de Colima cada vez hay menos terreno permeable en donde se puede retener el agua de lluvia, y como resultado toda la captación pluvial de patios y azoteas va a dar al arroyo de la calle y a las avenidas con orientación norte-sur, que se transforman en auténticos canales después de una tormenta.
El agua que corre pendiente abajo por encima podría conducirse subterraneamente si tuviéramos el alcantarillado correspondiente al tamaño de nuestra urbanización. A medida que los fraccionamientos se han ido poblando y desaparecen los lotes baldíos, el problema de los escurrimientos superficiales se agudiza.
La glorieta de los perritos no se inundaría, convirtiéndose en una trampa mortal para los automovilistas en cada precipitación importante, si en lugar de un análisis de costos se hubiera hecho un cálculo hidrográfico al proyectar la inversión.
Era lógico que al irse extendiendo la mancha urbana hacia el norte de Villa de Álvarez, la cantidad de agua que llega hasta esa glorieta aumentaría, pero no sólo se siguen autorizando fraccionamientos sin el correspondiente alcantarillado sino que, desde que las acumulaciones comenzaron, no se han emprendido obras mitigatorias.
FRACCIONAMIENTOS CON MINUSVALÍA:
Falta a la ética, por lo demás, es lo que han hecho los ayuntamientos y los empresarios de bares y restaurantes al afectar la plusvalía de fraccionamientos donde se vendió a un alto precio el metro cuadrado de terreno.
Asumiendo que cualquier espacio que se encuentre sobre una avenida es susceptible de recibir una licencia comercial (del rubro que sea y sin ninguna restricción para antros, que antes por algo eran llamados simplemente giros negros), aquí por lo visto un vaso de agua y el cambio en el uso de suelo a nadie se le niega.
En lugar de tener en la capital un distrito de bares, dejamos que estos invadieran (y devaluaran) las áreas residenciales.
En menos de una década, los fraccionamientos más codiciados por su ubicación (al norte de la ciudad, donde se registra mejor clima y se encuentran las escuelas particulares con las colegiaturas más altas) se llenaron de taquerías y expendios de micheladas. Algo que a una colonia como Chapalita, en Guadalajara, le llevó medio siglo.
Los errores y abusos que se cometen en relación a los bienes raíces no se solucionan fácilmente. Los problemas de convivencia y vialidad que se generaron al urbanizar colonias de interés social como Villa San Sebastián o Las Pichoneras, sólo terminarán demoliendo esas viviendas y haciendo una nueva traza.
Pero la radical transformación que realizó el barón de Haussmann en el París de Napoleón III, o la que dirigió Ildefonso Cerdá en el Ensanche barcelonés durante la segunda mitad del siglo XIX, son impensables en el Colima del nuevo milenio.
Impedir la devaluación de fraccionamientos residenciales como Lomas Verdes sería tan fácil como detener la proliferación de comercios. Pero ninguna autoridad y ningún empresario va a ir en contra del mercado.
No importa que los vecinos terminen los fines de semana –como en las colonias alrededor del estadio Jalisco o del recinto ferial de Guadalajara– rentando sus cocheras a los clientes de los antros.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna se puede leer también en el sitio web CARVAJALBERBER: www.aacb2.com.
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