Cuenta mi padre que en tiempos de la guerra Cristera se dedicaba a juntar cascalote que era utilizado para curtir las pieles de los animales.
En ese tiempo el dueño de un rancho, que se encontraba por la carretera a Tecomán, tenía un hijo que era sacerdote y que era precisamente el clérigo de Tecomán, y como en ese tiempo el gobierno seguía a los sacerdotes, se lo llevó al rancho para esconderlo y no le pasara nada.
Debido a esto, a la mitad del potrero, entre las milpas, le hizo un pequeño jacalito para que ahí estuviera, pero el dueño del rancho no le dijo a nadie que ahí iba a estar su hijo.
Cierto día llegó quien cuidaba el rancho y se dio cuenta que los animales (las vacas) andaban entre la milpa, por lo que el ranchero fue a arriar el ganado para que se metieran a su corral.
El ranchero andaba gritándole a las vacas, cuando vio al sacerdote que estaba escondido parado en la puerta de jacal:
-Qué tienes que andas tan enojado y echando vigas, mejor cállate-, le dijo el sacerdote al ranchero, con lo que le dio un tremendo susto.
Con esto el ranchero se dedicó a arrear las vacas en silencio y luego se retiró apenado con el sacerdote, pero sin decirle a nadie que estaba ahí escondido el sacerdote.
Fue hasta que la guerra Cristera terminó cuando el cura salió del escondite y regresó a oficiar misa a Tecomán.
Total de Visitas 281695539
A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
Desarrollada por HMH Sistemas
Template by OS Templates