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ESTACIÓN SUFRAGIO

Administrador Colimapm | Opinión | 18/04/2017

POR: Adalberto Carvajal

Si Ochoa Reza terminó convenciendo a EPN de que por el 2018 vale la pena encarcelar ex gobernadores priistas, es hora de mandar también los dinosaurios al museo.  

¿Y SI LAS MANTAS SON FUEGO AMIGO?

Casi dos semanas ha estado la opinión pública (hoy pomposamente llamadas las redes sociales) especulando sobre la autoría material e intelectual de las infames narcomantas con las que se exigió la renuncia de Ignacio Peralta porque, evidentemente, el gobernador no ha cumplido su magna promesa de campaña: vivir felices y seguros.

Troles presuntamente vinculados al aparato de comunicación social del gobierno (si no lo son, los verdaderos voceros oficiales del régimen deberían empezar por desmarcarse de los comentaristas oficiosos que diseñan estrategias por su cuenta) acusaron al senador Jorge Luis Preciado de haber costeado las mantas, y a un grupo de panistas (algunos de ellos vinculados a Pedro Peralta Rivas, primo y operador político del mandatario) de colocarlas.

Luego señalaron a un columnista disidente de haber trucado y subido al internet las fotografías en las que se ven esas mismas mantas en la fachadas de Casa de Gobierno, Palacio y el Diario de Colima, cuando es sabido que en esos lugares no amanecieron narcomensajes.

El objetivo de esta campaña de desinformación era ubicar los narcomensajes en el contexto de la disputa política por el estado, describiendo tales acciones de terrorismo comunicacional como un adelanto de la contienda electoral que en Colima se habrá de librar en 2018. 

Por supuesto, la lectura obvia de las mantas es que se trata de auténticos narcomensajes, es decir, llamados de atención a un gobierno que no ha querido pactar con la delincuencia organizada y al que un cartel le está queriendo decir algo que solamente la autoridad puede interpretar.

Pero, ¿y si los mensajes no fueron emitidos por la oposición ni enviados por criminales? Pues entonces hay una tercera posibilidad, tan viable y fantasiosa como las dos primeras: las mantas son “fuego amigo”.

Es conocido el gusto de los gobiernos por generar pánico moral en momentos en que es necesario afianzarse, mas esto comúnmente ocurre con regímenes fuertes; impopulares e ilegítimos si se quiere, pero sólidos.

En una administración que alberga a tantos intereses encontrados como la de Peralta Sánchez, tiendo a pensar que una parte del gabinete le está mandando un mensaje al resto de los funcionarios o directamente al jefe de la tribu, con el propósito de amedrentarlo.

Las narcomantas buscaban convencer a un mandatario que ya tiene sus dudas sobre la eficacia de ciertos estilos de hacer política y de estrategias para mantener la gobernabilidad, de la necesidad de preservar a los halcones en el equipo de gobierno.

Qué casualidad que los mensajes aparecieron justo cuando comenzaron los cambios en el gabinete, en momentos en que si yo fuera el mandatario, estaría buscando alternativas para sumar voluntades a mi proyecto de gobierno en la antesala de las elecciones intermedias.

Comicios de medio sexenio en los que, como jefe político de la entidad, tuviera la obligación de que el partido gobernante recupere las posiciones (alcaldías y diputaciones locales) que perdió en las pasadas votaciones, y que el candidato de ese partido a la Presidencia de la República obtenga los sufragios necesarios no sólo para ganar sino para recuperar el control en las dos cámaras del Congreso de la Unión.

Si el objetivo es evitar la debacle del PRI, el gobernador Peralta Sánchez necesita empezar a prescindir de aquellos colaboradores que le restan voluntades, y que ni siquiera representan a una corriente ideológica ni a un verdadero grupo político sino, acaso, a una nomenclatura pasada de moda.

A Nacho le convendría deshacerse de esa clase política arcaica y disonante con el estilo pragmático de Enrique Ochoa, el dirigente nacional del tricolor que terminó convenciendo a Enrique Peña Nieto de que por el 2018 bien vale la pena meter a dos o tres ex gobernadores priistas en la cárcel y mandar a la última generación de dinosaurios al Museo de Historia Natural.  

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna se puede leer también en: www.aacb2.com.

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