Indira Vizcaíno, muy bien y muy mal
La renuncia de Indira Vizcaíno a la Secretaría de Desarrollo Social ha derramado mucha tinta (sobre todo de los escribanos oficialistas) y, por tanto, merece una puntual precisión, sobre todo por la relevancia que esto tiene en términos políticos y sociales. Para empezar, hay que decirlo con énfasis: la inmadurez política de Indira Vizcaíno trajo consigo, de forma gratuita, un beneficio social. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, por un lado, que si bien Indira Vizcaíno estuvo en todo su derecho de manifestar los motivos de su renuncia, la forma tan burda en que lo hizo no hizo sino desvelarnos su inmadurez política y personal y su falta de tacto para tratar un tema de Estado. El Estado no debe estar sujeto a caprichos ni puede usarse como una trinchera para paliar nuestras frustraciones. La ex secretaria debió limitarse a decir que no encontró las condiciones adecuadas para desarrollar su responsabilidad y con eso habría sido suficiente para darle su lugar no al gobernador, sino a la propia investidura del Estado. No lo hizo así y lo único que ocasionó fue desatar a una jauría de periodistas oficialistas y oficiosos que prácticamente la sepultaron viva. Muy mal, pues, por esto, tanto por ella como por esa jauría de nachoperaltistas que la mordieron sin piedad, aun cuando muchos de ellos, apenas unos meses antes, la ponían como la próxima gobernadora de nuestra entidad. Yo particularmente pienso que le hace falta más aplomo político para evitar caer fácilmente en el arrebato sentimental, tan proclive de los malos gobernanes. Sin embargo, en donde Indira Vizcaíno estuvo muy bien es, sin querer, en haberle dado a la sociedad todos los elementos que corroboran lo que muchos articulistas hemos dicho anteriormente: que el gobierno de Nacho Peralta naufraga de una forma perjudicial para la ciudadanía. Indira Vizcaíno dijo algo que me parece que define muy bien lo que estamos viviendo en esta administración: que al gobernador Nacho Peralta le hace falta pasión para gobernar. Dijo también, sí, que había encontrado en el gobierno una mordaza para su desempeño, homofobia, poca comunicación con el mandatario estatal, etcétera, pero la expresión que más calado tiene por su trascendencia social es que el gobernador es un desapasionado. Que esto lo afirme una ahora exintegrante del primer círculo de colaboradores del gobernador Nacho Peralta me parece preocupante, porque una persona que no tiene pasión por lo que hace será totalmente insensible e indiferente a todo cuanto suceda a su alrededor, y su actuación no será sino una mera pantomima que devendrá en lamentables consecuencias, como las que hoy vivimos en términos de violencia, tanta que, después de Guerrero, Colima ocupa el segundo lugar de los estados con menos paz a nivel nacional, según estadísticas recientes. El gobierno del estado atraviesa una crisis que, aunque muchos partidarios no la quieran aceptar, es real y está afectando muchos ámbitos de nuestro estado de bienestar, por lo que el ejecutivo estatal lo menos que puede hacer es que acepte las críticas hechas por su ex secretaria, tome lo bueno de ellas, deseche lo malo, y levante su ánimo e ímpetu, porque sin pasión, sin entrega, sin entusiasmo, cualquier empresa se abisma. Y eso, eso no lo queremos nadie ya.
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