POR: Adalberto Carvajal
Si lo permiten las estructuras de Morena, Indira podría contribuir a que en Colima se fortalezca la opción del cambio.
(NO) FUIMOS JUNTOS A LA ESCUELA:
El dirigente estatal del PRI, Rogelio Rueda, nos hizo llegar una declaración a propósito de los comentarios que lo aluden en la columna publicada el miércoles 5 de abril:
“Yo no acerqué a Indira al candidato [Ignacio Peralta]: ellos ya se conocían y tenían buena relación política. No conocí [tampoco] a Indira como legisladora, aunque el dato es cierto: ambos fuimos legisladores en los mismos años. [Pero] Indira nunca estuvo en la [Comisión] Permanente”, que es donde podrían haber coincidido un senador del PRI con una diputada federal del PRD, vale añadir.
Otros lectores han expresado nuevos puntos de vista al tema de la renuncia de Vizcaíno Silva a la Sedescol. Uno, por ejemplo, me reprocha que infiera cierta ingenuidad del gobernador Peralta para suponer que la ex alcaldesa de Cuauhtémoc se pasaría al oficialismo, así fuera por la vía alterna del Partido Verde, y que no quiera ver cierto candor en Indira que aceptó el nombramiento creyendo que el mandatario nunca le pediría trabajar los programas sociales en la lógica de la política clientelar del PRI.
Y alguien más apuntó la hipótesis de que Indira se desencantó del proyecto de Nacho Peralta cuando comprendió que el cargo no le rendiría los dividendos políticos que ella esperaba acumular con vistas a una nueva candidatura en 2018.
Sobre este punto, yo sí le creo a Indira cuando dice que se incorporó a la administración pensando simplemente en servir a los colimenses más necesitados, sin calcular el costo político. Y le creo que, al evidenciarse que su permanencia en la Secretaría de Desarrollo Social era un obstáculo para que el gobierno de Peralta Sánchez canalizara los recursos necesarios para esos programas de apoyo a los sectores más vulnerables, prefirió renunciar.
Por lo demás, el presidente del PRI estatal confirmó la presunción que Indira se hizo respecto al interés de Nacho Peralta de no partidizar la política social. Rogelio sugiere que designar a una figura de la izquierda era un mensaje de JIPS a los priistas de que no debían confiarse al uso clientelar de los recursos públicos, y la garantía de que la Sedescol no terminaría siendo el brazo asistencialista del PRI.
Reitero mi conclusión: la primavera pluralista con la que Ignacio Peralta comenzó su mandato terminó cuando se dio cuenta que sostener a Indira en la Sedescol le iba a generar elevados costos políticos, como gobernador priista y como activo en el proyecto político del bando tecnócrata del gabinete de Peña Nieto.
En Los Pinos y en la sede nacional del tricolor empezaron a sonar las alarmas cuando Vizcaíno se presentó, llevando a su bebé en brazos, en el mitin de Andrés Manuel López Obrador. Y en Bucareli tomaron nota que uno de los liderazgos que se manifestaron en Colima contra el gasolinazo, bloqueando el puerto de Manzanillo, fue Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, padre de la entonces secretaria de Desarrollo Social.
Por lo demás, Indira calculó bien el momento para dejar el gabinete. Lo ideal hubiera sido que le pidieran la renuncia, pues eso la habría convertido en mártir del pluralismo. Pero ya liberada del peso de haber servido a un gobernador priista, ahora Vizcaíno tiene que encarrilarse hacia esa candidatura y ese proyecto del que quiere ser parte en la coyuntura de 2018.
Aun cuando no faltan lectores que me critican por atribuirle a Indira un protagonismo (que todavía no recupera) en la oposición, seguiremos atentamente el derrotero de la joven política porque las oportunidades electorales que se le presenten dependen de la posibilidad de construir en Colima una plataforma que soporte un proyecto verdaderamente alternativo de nación.
El dilema hacia el 2018 sigue siendo continuar con el modelo económico que han venido implementando tanto los gobiernos del PRI como los del ciclo panista o romper precisamente con ese esquema neoliberal. Hacer que la gente vote en masa por el continuismo es imposible; pulverizar la oferta política antisistémica de AMLO resulta más factible.
Si lo permiten las propias estructuras de Morena, Indira podría contribuir a que en Colima se fortalezca la opción del cambio. Y que la elección presidencial se polarice entre el PRI y López Obrador, no que se divida en tercios como plantea la estrategia de Peña Nieto.
Una candidatura independiente desperdiciada, una candidatura ciudadana avalada por Movimiento Ciudadano o una postulación del PRD para Vizcaíno, lograda por un acuerdo entre las tribus, cada una por sí sola, reflejaría el fracaso en Colima del gran acuerdo nacional que es necesario construir para volver a sacar al PRI de Los Pinos.
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