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PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 09/02/2017

UN AÑO CON NACHO PERALTA, UN AÑO SIN JORGE LUIS PRECIADO

Mañana se estará cumpliendo un año de gobernanza de Nacho Peralta, luego del fraude electoral que le diera el triunfo, después de haber atravesado la terrible anulación de la primera elección, donde perdió. Recordemos que el PRI de Nacho Peralta se impuso en la segunda elección al invencible PAN que lideraba Jorge Luis Preciado no sólo a través  del fraude electoral referido, producto de una elección de estado, sino también gracias a los votos aportados por sus partidos satélite: PT, Verde Ecologista, Nueva Alianza y, de facto, el PRD de Martha Zepeda y Movimiento Ciudadano de Locho Morán, esto sin contar a todos aquellos que traicionaron a sus propias fuerzas políticas (como la misma Indira Vizcaíno o Virgilio Mendoza) para abonar al proyecto nachoperaltista.

Lo cierto es que cada uno de estos factores, en mayor o menor medida, ocasionaron que el actual gobernador llegara al poder deslegitimado, desacreditado y con una cantidad significativa de compromisos políticos que, ahora lo comprobamos, ni iba ni quería cumplir, y ahí está el desmarque hecho recientemente por el líder de Fuerza Ciudadana en Manzanillo o la enrarecida renuncia de Carlos Salazar Silva a la Secretaría de Salud, lo anterior sin contar con el considerable puñado de descontentos y desmanes políticos que el Ejecutivo estatal ha ido dejando a la deriva sobre la cinta asfáltica de su ensombrecida gestión durante este primer año.

Todos estos intereses políticos de muy variada especie que rodearon al mandatario (incluidos los compromisos adquiridos o impuestos por el grupo de Fernando Moreno Peña, de Elías Zamora Verduzco, etcétera) con el tiempo no hicieron sino irlo dejando cada vez más solo y, a su gobierno, lamentablemente, más autista en términos de sensibilidad y compromiso social. Por eso, los nachoperaltistas de interés (que ya no de corazón) no han sido muy jubilosos en destacar los logros de este primer año de administración del mandatario Peralta Sánchez, y llevan razón: no hay mucha tela de donde cortar.

En este primer año lo único que nos sorprendió del gobernador fue que dijo que viviríamos felices y seguros y Colima no hizo sino convertirse en el estado más violento del país, con más de setecientos crímenes dolosos sólo en 2016, sin haberle aún el mandatario explicado a la sociedad su plan de seguridad para acabar con esta ola de violencia. Dijo que su gobierno sería austero y moralmente responsable con la población, esto es libre de corrupción, y resultó con que, como a su homólogo federal, se le descubrió un Departamento Blanco, otro neoyorkino, la adquisición de una casona de un capo del narcotráfico, millonarias ganancias personales adquiridas con la venta de La Campana, etcétera, todo esto ante un Colima arteramente necesitado, pobre, y en el que se pueden ver cada día más a grupos de familias hurgando en las bolsas de basura, porque no tienen ni trabajo ni comida ni paz, mientras a su gobernador no le importa seguirse enriqueciendo.  Si a esto agregamos que, como alguna vez se lo reprochó su tío el periodista, el Ejecutivo estatal vive la mayor parte del tiempo fuera de Colima, entonces ni pensar quién o quiénes gobiernan nuestro estado, siempre bajo la luz de sus propios intereses.

Esta falta de sensibilidad política y de calidad moral del Ejecutivo estatal es la causa toral de la desestabilización de su administración y de su propio gabinete, muchos de cuyos miembros no perciben en el mandatario las virtudes de un verdadero líder y, por tanto, la mayoría naufragan solos en sus secretarías, dejando también solo a su jefe. La renuncia de Carlos Salazar Silva, quien venía, hay que decirlo, haciendo un trabajo encomiable para Salud (por lo menos contuvo la epidemia de zika y chikungunya este año) es un buen ejemplo de la crisis de ingobernabilidad propiciada por el regente, lo  que están repercutiendo directamente en el estado de bienestar de los colimenses, hoy todavía en espera de vivir seguros y felices.

Algunos opinólogos se alegran de que Jorge Luis Preciado no hubiera llegado a la gubernatura, con todo y que fue el candidato más votado de las pasadas elecciones, pues, dicen, estaríamos peor de lo que estamos. Yo creo, sin embargo, que estaríamos mejor por dos razones simples: primero, porque se habría cumplido la voluntad del pueblo, esto es habríamos tenido a un gobernador legítimo, y esto habría traído un ánimo social distinto, de mayor corresponsabilidad y compromiso con su clase dirigente,  y, en segundo lugar,  porque, me consta, Preciado Rodríguez no sólo es un político audaz sino capaz, con conocimiento pleno de la realidad colimense y mexicana y con preparación para enfrentarla, además de ser un hombre que entiende desde adentro a los sectores más vulnerables de nuestra entidad y es sensible a sus necesidades más apremiantes, que él mismo padeció.

Pero si a todo esto se le ve como una pura especulación, esperemos los resultados de las elecciones de 2018 para ver si el nuevo organigrama político, donde ya veremos cómo queda el PRI y el PAN, principalmente, me niega la razón o, como hasta ahora, me la vuelve a otorgar.

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