EN LA ANTESALA DEL CENTENARIO DE LA CONSTITUCIÓN
“Descubrí que el verdadero México es un país con una Constitución y Leyes escritas tan justas en general, y democráticas como las nuestras; pero donde ni la Constitución ni las leyes se cumplen”. Esto fue escrito en 1911 por el periodista estadounidense Kennet Turner en su libro “México Bárbaro”, que aunque han transcurrido 106 años desde entonces, la frase se cumple como si la suprema Ley fuera el posicionamiento de este periodista.
Existen varios Méxicos, el México de los empresarios poderosos, de los clérigos, de los ricos, de los políticos, y el que tiene mayor densidad demográfica, es el México de los pobres. Somos cerca de 127 millones de pobladores, poseemos una Cámara de Diputados con 500 integrantes y una de Senadores con 128 curules, de los cuales, no han existido iniciativas claves para sacar del hoyo al país. Y no es cuestión de partidos señores, es cuestión de idiosincrasia.
Desde antes de ser colonizados, la desunión caracterizó al conjunto de culturas mesoamericanas tanto, que a los invasores no les fue difícil dominarnos para posteriormente hacernos sus esclavos. México desde la Constitución de Cádiz, las Leyes de Reforma de 1857, los pensamientos expresados por el Movimiento del Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, que fueron retomados en gran parte por Venustiano Carranza para plasmarlos en la Constitución Política de 1917, no han sido suficientes para ser respetadas por las y los mexicanos. Tenemos que reconocer que la práctica más común ante la Ley, es la violación de la misma y que el respeto a las Leyes tiene un mayor porcentaje de asimilación en los libros de texto gratuito, que en la práctica diaria. Y es que, aunque los maestros de Historia, de Formación Cívica y Ética en educación secundaria y bachillerato y aquéllos de ciencias políticas en la universidad, se desgarren el alma tratando de transmitir una nueva forma de vivir las Leyes, siempre quedarán rebasados por el cúmulo de apatía ciudadana que es el primer enemigo para que cuando se eligen los representantes populares, deciden que las minorías determinen quién votará por su destino, por el de sus familias y por el de la nación en una curul.
Cada vez que son comicios electorales, se presentan dos características en el ciudadano que ese día tiene la posibilidad de con un sufragio elegir lo que más le conviene a él, a su familia y a todos. Sin embargo, como las elecciones caen en domingo y peor aún si hay partido de fútbol o simplemente una comida familiar en donde el alcohol esté presente en algunos casos, resultan ser ofertas más atrayentes que ir a votar.
Así como exigimos que los legisladores y los gobernantes realicen con estricto apego a la Ley su trabajo, debería multarse severamente a quien no vote, porque decidió que era más importante un partido de fútbol de la selección o una parrillada familiar. Mientras la idiosincrasia del mexicano tenga como ingrediente principal el conformismo, jamás seremos una nación con altura de miras para consolidar un futuro en el que el bienestar de todos sea una garantía.
A pocos días del Centenario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, me rodea un sentimiento de tristeza y melancolía, puesto que tiene tantos parches y adecuaciones que no hemos caído en cuenta que perdió su esencia y más aún, se perdió el respeto para cumplir a cabalidad todas y cada una de las Leyes que de ella emanan.
Este mensaje va para todos los diputados, diputadas, senadores y senadoras, no puedo celebrar el cinco de febrero cien años de existencia de una Constitución Política, en virtud de que las leyes no son parejas, y solamente benefician a determinados sectores sociales, tampoco puedo festejar que hoy en día los abusos a las mujeres y a los menores en todo México se cometan de manera inmisericorde, sin que los personajes que ganan cientos de miles de pesos y que pertenecen a diversos partidos políticos de izquierda, derecha y ultraderecha, hagan algo al respecto. No puedo celebrar que existe una Carta Magna cuando nuestras Cámaras de Diputados y de Senadores permanecen entumidos, aletargados y en algunos casos abúlicos a las decisiones que ocurren en el extranjero y que impactan de manera negativa en nuestro país. Que decepcionados estarían en este momento todos aquéllos que ofrendaron su vida y derramaron sangre porque hoy gocemos de libertad para vivir en sociedad.
La única esperanza que me queda es que los niños, adolescentes y jóvenes nunca pierdan la capacidad de asombro, alimenten día con día el valor de pertenencia a su tierra, fortalezcan su identidad nacional, se enorgullezcan de nuestra patria y de sus símbolos, en donde las lecciones de historia jamás sean olvidadas para construir un mejor futuro.
Me preocupa mi nación, me preocupa el poder aplastante que está utilizando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien se ha convertido en el enemigo público número uno; me preocupa que las naciones que se decían hermanas no estén dejando solos, me preocupa la falta de inventiva de la clase política, pero sobre manera, me alarma la apatía del ciudadano. Pidámosle a Dios que no despierte el México Bronco y que estos cambios tan drásticos que sufre el país sean para generar iniciativas y leyes que consoliden la grandeza y la prosperidad de nuestra tierra.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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