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LA PANGA

MAYAHUEL HURTADO | Opinión | 30/11/2016

URGE LA RENOVACIÓN MORAL DE LA CLASE POLÍTICA…

A lo largo de toda mi vida he practicado los valores que me fueron inculcados en casa. Mi padre decía que el valor más grande era la verdad mientras que mi madre decía que la honestidad era el valor toral en una persona. Mi tío el Obispo decía que la humildad y mi tío el que se dedicaba al transporte de carga decía que la solidaridad era el valor que necesitaba la sociedad mexicana para salir adelante. En la casa me enseñaron valores y en la escuela los reforzaron los maestros. A lo largo de mi trayectoria de la secundaria hasta culminar mi carrera profesional, me di cuenta que los valores iban agonizando cada día y que las personas que nos esforzábamos por hacer lo correcto terminábamos siendo blanco de ataques o de críticas duras.

Mi madre con rigidez y dureza castigaba el violar cualquier código de valores morales, jamás voy a olvidar aquélla noche que escuché que se caían monedas, era mi hermano el menor, a quien se le hizo fácil tomarlas de un frasco en el que mi mamá las concentraba por si surgía alguna emergencia, era una cantidad considerable las que contenía el frasco de vidrio y mi hermano las contaba una a una y separaba algunas para quedarse con ellas, tenía nueve años y debía llevar dinero a la escuela, me imagino para comprar amistad. Pegué un enorme grito y le dije ¡que haces!, no vacilé en acusarlo con mi mamá, el castigo fue ejemplar, durísimo, y mi hermano dejó de hablarme por un largo tiempo. Después, crecieron los niños y esos amiguitos que en su momento dejó de frecuentar terminaron en la cárcel, algunos, acusados de robo a casa habitación y otros más, se atrevieron a asaltar un banco. Solo mi hermano no piso una prisión y esto fue gracias a la dureza con la que mis padres atendieron el tema a tiempo.

Antes de casarse mi hermano me agradeció aquélla noche que le costó unos azotes con una cuarta de caballo y un poco más, el sentir el calor de la estufa y me dijo “gracias a eso no soy un delincuente”. Creo que no se necesita de tanta dureza para corregir a un hijo, pero en aquél tiempo así se estilaba y benditos castigos ejemplares de mi madre que hoy me convierten en una mujer honesta, nunca tuve ambición por agarrar algo que no era mío, porque sabía que si era un objeto podría ser de alguien más y también aprendí que el dinero se obtiene a través del esfuerzo y el trabajo. Quizá es esa la razón por la que algunos funcionarios públicos, gobernantes o ex gobernantes, ex funcionarios, se perdieron en las glorias del placer, permitiendo subyugarse a tal grado de corromper su conciencia, de traicionar los valores que los fueron inculcados en casa, y por mucho, a traicionar a su gente, aquélla con la que crecieron y aquélla a la que visitaron puerta por puerta para decirle “que no eran más de lo mismo”.

Ese es el actual dilema que le toca sobrellevar a nuestro gobernador Ignacio Peralta. El saqueo es de años atrás pero es en su mandato cuando le toca estar en la lluvia de las aclaraciones. Y aunque él no haya tomado un peso, se le está juzgando con la dureza y frialdad que a ninguno de los antecesores de él se hubieran atrevido a señalar. Para que una casa esté en ruinas se requiere de vender todo lo que hay en ella, de malgastar todo lo que hay en la caja de ahorros o en el cochinito, de una mala visión para los tiempos difíciles. Fueron años de gloria en los que todos recibían a manos llenas el maná de la abundancia de Colima, nunca se imaginaron que esto iba a terminar, y peor aún, que estarían ante un severo tribunal ciudadano que estuviera puntual para pedir cuentas del patrimonio que era de todos.

Otras entidades como Veracruz, como Chihuahua, Coahuila, Quintana Roo, no aprendieron de las experiencias en cabeza ajena y se dedicaron a seguir el mismo patrón que sus antecesores. Eso ocurrió hasta el período de Mario Anguiano, quien hizo uso de los recursos públicos en plena complicidad con el Congreso del Estado y con la complacencia de la Contraloría General del Estado y de los órganos superiores de fiscalización de los recursos públicos. Si vamos a buscar culpables debemos preparar un foro más grande, con muchos banquillos, para los cientos de acusados que a lo largo de todos estos años independientemente de su filiación partidista, amarilla, naranja, azul, roja, verde, derechos, centros, izquierda, todos, pudieran estar siendo sentados en el banquillo de los acusados listos para ser juzgados.

El daño ya está hecho en Colima, e insisto, debemos aprender de él, principalmente, se deben cuidar de manera minuciosa a los perfiles de confianza que serán los empleados de la función pública. Más que un examen de control de confianza deberían aplicar un examen práctico de valores, de manejo de situaciones ante la corrupción y por mucho, una eva luación psicométrica que garantice que tienen la capacidad de atender los problemas que el estado enfren

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