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AL VUELO

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 13/11/2016

MAQUIAVELO, LA POLÍTICA Y EL MITO DE QUIRÓN

Civilización y barbarie son términos que han marcado la historia de todas las sociedades. El tránsito de un estado salvaje, básico, instintivo, hacia otro racional, consciente y con sentido humano se ha considerado un imperativo para el verdadero desarrollo social. En la mitología griega, el centauro Quirón (mitad hombre, mitad caballo) ha representado esta lucha de lo humano y lo salvaje, de la civilidad y la barbarie e incluso del instinto y la razón. Se dice que Quirón fue un gran educador en arte, música, caza, medicina y, sobre todo, moral, y tutor de los más grandes héroes griegos de aquel tiempo, entre ellos ni más ni menos que el propio Aquiles y Heracles. Quirón era, sin embargo, mitad caballo y mitad hombre, esto es, tenía un lado bestial en sí mismo y uno racional o humano. Esta figura mitológica le ha servido a la filosofía política para representar uno de los principales objetivos de todo político: la conquista de la razón sobre el instinto. O mejor: la conquista de la civilización sobre la barbarie, lo que se podría trasladar a la actitud de la política misma en general y de los políticos en particular, quienes tienen que reprimir –siguiendo el mito de Quirón- al ser barbárico (de deseos y pasiones irrefrenables) para que emerja el racional (consciente y sensible). El primero lleva a los políticos a cometer excesos (corrupción, avaricia, vicios, etcétera), mientras que el segundo lo sitúa en el mero ámbito de la sensibilidad humana para conseguir que tenga un comportamiento ético ejemplar que, como representante popular, lo lleve a realizar acciones igualmente ejemplares en beneficio de la sociedad. Maquiavelo, en su clásico El Príncipe, creía que todo gobernante debía saber, primero, que su ser estaba conformado por un ente salvaje y por uno humano, y que gobernar significaba precisamente conocer en qué momento tenía que utilizar uno u otro, “porque uno sin el otro no pueden durar”. Para Maquiavelo la idea de que una naturaleza (la racional) dominara sobre la otra (la animal) era una inconsistencia. Lo importante es, para el filósofo florentino, tener una visión incluyente de la racionalidad y la animalidad para poder ejercer el poder de la mejor manera. Esta visión maquiavélica carece, como todo en El príncipe, de un sentido ético hoy necesario para devolverle al quehacer político credibilidad y razón de ser.. El mito de Quirón, por tanto, debe servirnos para entender que en esa lucha interior que todo político libra sobre su entorno debe siempre vencer la razón por sobre el instinto, la conciencia por sobre el mero interés, la búsqueda del bien común por sobre el puro beneficio personal. De esta manera se dignificará no sólo a la política, sino al hombre mismo que la ejerce.

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