UN DOMINGO DE ENTRADA DE LA MÚSICA
EL FESTEJO. La entrada de la música es el inicio de la fiesta más importante de San Jerónimo, hoy cabecera municipal de Cuauhtémoc, que se realiza año con año con antecedentes documentados allá por 1890, siempre en el primer domingo de octubre, cuando pasó de Vicaría a Parroquia el templo de San Jerónimo de los Santos Ángeles. Con el tiempo, a la costumbre ritual y religiosa se le fueron incorporando actos profanos como los gallos, jaripeos, rifas, las “terrazas familiares”, recibimientos, entre otras. Aquellos tiempos la gente que venía a gastar ganas y centavos eran del sur de Jalisco. Se recuerdan con añoranza las carretas cañeras de los Ochoa y de otros ricachones de la región como los Escobosa, mismas que adornadas con flores como escenario y traslado de niños vestidos de soldaditos y las niñas de ángeles, mientras la gente esperaba la llegada en el atrio de la parroquia.
LA LLEGADA. Hará quince años o más desde la primera vez que estuvimos allá compartiendo ese ambiente de fiesta que impone la tradición de una celebración surgida en las postrimerías del siglo XIX y que con sus altas y bajas sigue vigente en el marco tradicional de la cabecera del “municipio de los gobernadores y de las mujeres bellas”, tal y como lo vimos aquel 2002. Un verdadero festejo de pueblo que cada año se ve, se huele, se crece y se vive como ningún otro por los rumbos, una festividad decimonónica que cundió desde hace décadas en el ánimo popular adquiriendo el arraigo que ahora tiene y que le ha permitido trascender a la centuria con su popular colorido que convoca y reúne a gente de a pie y de a caballo que va de todo el Estado y que viene de más allá de los límites territoriales, llamados por las campanadas que tocan alegría, paz y armonía y que invitan a la fiesta y a la alegría.
LA ENTRADA DE LA MÚSICA. Sobre las diez horas de aquella mañana de hará tres lustros, un vientecillo fresco nos recibió en el viejo San Jerónimo, la actual cabecera del municipio de Cuauhtémoc. Luego de la obligada caminata por sus amplias y sombreadas calles, ese domingo alteradas por el ir y venir de gente que caminaba presurosa, emocionada buscando el mejor lugar para lograr la mejor vista, nosotros tuvimos el privilegio de apreciar el convite desde uno de los balcones del edificio de la Presidencia municipal. Las autoridades abrieron a la cabeza la comitiva que aglutinaba a gente de todo tipo. El sol en lo alto, los rostros colorados, las caras sonrientes, las manos intermitentes levantadas saludando cercanas y a lo lejano, voces y gritos de identificación, alegría por todos lados.
Los aromas y los olores se confundían radicalmente. La caravana continuaba entre grupos de danzantes, bandas musicales a pie, sonajeros, danzantes y, por supuesto, los emblemáticos carros alegóricos. Los de fuera, en la calle, banquetas y en el jardín por los andadores, apretujados entre repegones aquí y allá, observando, departiendo; los pocos, en las sombras escuálidas de los pocos árboles. Agua fresca o cerveza se veían en cada mano, el calor ya se sentía. Al paso las reinas representantes de los diez municipios derrochaban sonrisas congeladas, el sudor comenzaba a desfigurar los maquillajes. El borrachín hablando mientras baila solo, otra vez estaba ahí, fiel. Charros, charritos y los espontáneos de cada año presentes, uno alisándole la crin al penco mientras lo hace bailar y se levanta el sombrero para mirar sobrado. El ambiente era único, como única es esta fiesta con esta autentica cuanto original denominación LA ENTRADA DE LA MÚSICA.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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