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CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 23/09/2016

HIDALGO EN COLIMA

Según las recreaciones biográficas, a Miguel Hidalgo en Colima lo vemos llegar como un hombre en plenitud, amante de suertes campiranas, aficionado a los jaripeos y heredero de una infancia sin carencias y juventud desahogada. Por esas mismas fuentes se sabe que fue buen estudiante ex discípulo de jesuitas, sustentante de filosofía, física y lógica, calificado para graduarse tres años antes como Bachiller en Artes, titulado ante la Real y Pontificia Universidad de México. Cuando llegó a Colima ya tenía su capital, como párroco era dueño de la hacienda de Xaripeo y de los ranchos de Santa Rosa y San Nicolás, situados en el Distrito de Irimbo, cerca de Valladolid, actual Morelia. Dentro de lo que el imaginario ha recreado en Colima, pervive la idea de que Hidalgo adquirió propiedades y habitó ciertas fincas, de nada hay pruebas, en todo caso, como los otros curas, residió en el curato de la parroquia. De su estancia aquí se conservan varios documentos fechados en los archivos del templo del Beaterio y en protocolo de instrumentos públicos de 1792 del Archivo del Estado, fechado en la Villa de Colima, “a diez y ocho días del mes de octubre de mil setecientos noventa y dos”. En este último se halla la firma de Hidalgo en su carácter de cura y juez eclesiástico del Partido de Colima y la de Luis Gamba González, subdelegado de esta jurisdicción.

Cinco años después de haber estado en Colima, en 1797, la curia católica lo acusó de despilfarros durante su administración del colegio de San Nicolás. Poco después fue acusado de herejía ante la Inquisición, la que le abrió proceso. En 1801 la Inquisición concluyó que los cargos contra él eran de gravedad pero debido a que se carecía de pruebas, salvo testimonio de fray Manuel Estrada, y el acusado se había reformado y hacía vida ejemplar, el caso se suspendía “hasta más pruebas”, procesos “casual y oportunamente” desempolvados luego de su levantamiento en 1810 y que, excomulgado como culpable y traidor, el 30 de julio de 1811, a la edad de 58 años, lo llevaron al paredón, cuando descrito por Lucas Alamán (1792-1853) en Historia de México, descubrimos que a diferencia del que conocemos, Hidalgo “Era de mediana estatura, cargado de espaldas, de tez morena y ojos verdes, la cabeza algo caída sobre el pecho, mentón hundido, cano y calvo, como que pasaba de 60 años, pero vigoroso; aunque no activo ni pronto en sus movimientos, de pocas palabras, pero animado. Poco aliñado”.

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