LA EURO EN LA QUE PERDIÓ EL FUTBOL
Al final de la transmisión de Televisión Azteca de la final de la Eurocopa de Naciones, justo después de que Cristiano Ronaldo levantara el trofeo como nuevo monarca de su continente, Jorge Valdano –palabras más, palabras menos– fue enfático: “después de triunfos en dos Eurocopas y un Mundial de la selección de España (2008, 2010 y 2012), y el campeonato de Alemania en 2014, podemos decir que en este torneo hubo un retroceso en cuanto al nivel futbolístico visto en la cancha y del equipo que se lleva el campeonato”.
Este pasado domingo, la final entre una Francia local y un Portugal desafiante terminó decepcionando a hinchas de todo el mundo. Resultó un partido poco imaginativo, lleno de entradas duras, donde una de ellas ocasionó que un virtuoso, Dimitri Payet, lesionara a otro tocado por los astros, CR7. A partir de la lesión del delantero madridista, las circunstancias cambiaron radicalmente, en especial para una Francia que se vio más obligada que nunca antes, y que por algún motivo nunca supo hacerse del partido, ni dentro de la cancha, menos desde la banca.
Los galos dejaron ir su Eurocopa, pero mucha de esa culpa habría que atribuírsela a Didier Deschamps, su ex capitán y ahora entrenador. Desde el momento en que Cristiano sale lesionado, el técnico francés no supo descifrar el catenaccio impuesto por unos medrosos y especulativos lusitanos, y tampoco se atrevió a cambiar radicalmente su esquema poco imaginativo. Tendría que haber avasallado a los portugueses en cuanto vio las lágrimas de CR7 cayendo al mítico pasto del Saint Dennis, pero no supo, y ahí llevó su penitencia: haber hecho el ridículo ante un cuadro evidentemente inferior.
Sissoko tuvo el empuje, pero no la imaginación, mientras que Griezmann tuvo poco tino ante el arco, y Pogba se declaró un fantasma que solamente en el papel valdría 100 millones de euros. Ante la férrea defensa que impuso Portugal, Deschamps se tardó en su primer cambio, y cuando lo hizo, se decantó por sacar a uno de los que más sabe –Payet– y poner a un joven casi debutante que tuvo el tino, pese a todo, de ponerle una pelota de gol a Antoine, pero que después se esfumó como las virtudes de su equipo.
Los minutos transcurrían y Portugal iba sobreviviendo con base en aciertos del rudimentario Pepe y Rui Patricio, su arquero. De paso, los galos demostraban la poca imaginación de su plantilla, evidenciada por el hecho de que el dorsal número 10 –el que portó con tanta elegancia Zidane, o con tanta eficacia, Platini–, ahora lo utilice un jugador recalado en el futbol del tercer mundo, como lo es Gignac. La mejor muestra de que las figuras francesas se quedaron pequeñas ante el escenario, fue el hecho de que el jugador de Tigres, al entrar de cambio, se generó él solo una opción que pudo haberle dado el título a Francia, dejándonos la duda de qué hubiera pasado si Deschamps hubiera cambiado media hora antes al poco técnico Giroud.
Los tiempos extra fueron un suplicio francés, incapaces de penetrar una defensa portuguesa que se regodeaba de su suerte de campeón. Entró Éder, un jugador del Lille que marcó el gol de su carrera tras un inaudito descuido galo. Ese instante demencial fue suficiente para darle un triunfo inmerecido a un Portugal que juega feo, sin propuesta, pero que se sacó la lotería en el día menos pensado. Los lusitanos vienen a ganar una Euro doce años después de cuando la perdieron en casa, con la misma fórmula griega que los hizo llorar en 2004: colgados del arco.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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