CONTINUACIÓN...
Cuando escucho la frase: cada pueblo tiene el gobierno que se merece, no puedo dejar de preguntarme si griegos o romanos pensaban igual que ahora nosotros. Porque la historia consigna casos de corrupción en el senado romano, igual que ahora en nuestro congreso de la Unión; perversiones en sus funcionarios públicos, igual que en quienes nos representan en la actualidad. Compra de votos, asesinatos por el poder, delincuencia, desigualdad de clases, explotación laboral, sumisión, vasallaje y desaliento, mucho desaliento, igual que ahora. Griegos y romanos merecieron el gobierno que tuvieron?
Y me pregunto reiteradamente si es verdad que los colimenses nos merecemos gobiernos como los que hemos tenido. Yo voté en otras elecciones –en esta también- para que me fuera mejor, para tener otras oportunidades que me permitieran un futuro estable y una vejez descansada; obviamente no fue así. Igual le ocurrió a muchos otros colimenses quienes acudieron a las urnas con anhelos similares.
Es decir: nosotros, los ciudadanos votamos para que las autoridades, en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, hagan su trabajo. No estamos escandalizados de que tengan sueldos estratosféricos, que adquieran mansiones o construyan complejos habitacionales. Para eso es el sueldo que perciben. Tampoco nos escandaliza que adquieran propiedades ejidales o despojen a sus propietarios de las mismas; que coloquen a sus amantes en las administraciones públicas, bailen en las redes sociales o se caigan de borrachos en los restaurantes, mucho menos que sus hogares o de donde provienen sean disfuncionales. No. Eso no nos causa desasosiego. Todo esto ha llegado a ser casi irrelevante para los ciudadanos en general.
Nos enoja sentirnos defraudados hasta en nuestra condescendencia. Eso debían haberlo presentido al menos, las nuevas clases hegemónicas en Colima. Pero no fue así.
A los colimenses les angustia que administraciones van y vienen. Presupuestos van y vienen. Promesas van y vienen y en Colima Todo sigue igual. Eso es lo que causa inquietud y llama a la necesidad de cambiar los liderazgos, sus viejas actitudes y el control institucional, social, moral. Esto se puede observar cuando se platica con amas de casa, con taxistas, con empresarios, con estudiantes. Todos a cual más coinciden en la necesidad de respirar nuevos aires en la entidad, en dejar de sentir miedo, en recibir oportunidades de integrarse a la vida productiva estatal y/o regional, en ser resarcidos en lo mínimo por tantas esperanzas defraudadas por las administraciones que ya se fueron y que nos despojaron hasta de la confianza en que podía haber un futuro mejor para nosotros, mientras ellos continúan al amparo del poder cobijados en mansiones que agravian a la mayoría.
Nadie quiere santos en el poder. A menos no en Colima. En cambio, los colimenses darían su mano derecha por un gobierno alejado de discursos y lleno de obras. Por administraciones que además de parecer honestas, también lo sean. O no?
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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