MAO TSE TUNG: LA REVOLUCIÓN INTERMINABLE
En su Libro rojo, Mao Tse Tung dejó un legado significativo de enseñanzas sobre la revolución, la educación, la disciplina, las ideologías y la lucha de clases. Hay que, eso sí, ponerlas en contexto, pues la mayoría de ellas estuvieron dirigidas a la realidad de China, donde fuera el máximo líder revolucionario y, ahora mismo, una leyenda que nadie ha podido aventajar. De entre las ideas que reitera Mao a lo largo de su tratado revolucionario hay una que destaca por encima de las demás: aquella en donde afirma que “la causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna; reside en su carácter contradictorio interno”. Dice Mao, y con razón, que “todas las cosas tienen contradicciones en su interior, de ahí su movimiento y su desarrollo”, para luego agregar que “el carácter contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental de su desarrollo, en tanto que su interrelación e interacción con otras cosas son causas secundarias”. Para poner estas ideas en un plano más coloquial, habría simplemente que decir que para avanzar como hombres o como sociedad debe existir siempre una lucha de contrarios y no sólo el imperio de uno solo. Como hombres, una de estas luchas podría ser la del bien impidiendo que nos gobierne el mal, la virtud derribando el vicio, la actividad al ocio. En las sociedad, la lucha se fraguaría, por ejemplo, entre el establecimiento de un sistema democrático contra otro tiránico, o entre el cambio de un modelo ideológico viejo por uno nuevo. Incluso, un simple conflicto interno social entre la igualdad y la desigualdad podría también ayudar a esa sociedad a progresar. Es necesario, pues, este carácter contradictorio interno de las cosas para transformarse. Esta transformación es lo que le dará unidad a la contradicción, pues será la resolución de su conflicto, conflicto que resurgirá cuando a esa unidad le surja su contraparte y, a esta contraparte, su adversaria, y así sucesivamente. Todo esto nos deja otro aprendizaje que no podemos obviar: que los seres y las sociedades que están siempre en conflicto interno no dejan nunca de evolucionar, incluso en aquellos momentos en que estos cambios toman la forma del fracaso.
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