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CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 24/07/2015

EL ORIGEN DE UNA ESTIRPE

No sonaban vientos de guerra ni los ancianos presagiaban dolor. Cantaban y danzaban los pueblos entre los volcanes y la Mar del Sur. Sin frío y mucho calor, la humedad ahogaba, y el cielo con su azul infinito, cuando no reventaba en tiempo de aguas, allende de todos los verdes del paisaje. La gente de acá vivía en paz, eran tiempos de recolección, cacería, cultivo y preña, de observar la distancia y andar la vida. Y es que, como lo desmiente Ernesto Terríquez, en su tesis apenas ayer ratificada con la publicación de su texto: “Historia de un equívoco, el significado de Colima”, en el que reitera que Colima, el significado conocido del nombre, surge de un error de interpretación y que cuya toponimia real es: "En el recodo del río" o “donde el agua tuerce y gira sobre su cauce”, al pie de los volcanes, lugar donde hace centurias se asentó la vieja puebla de Coliman.

Siguiendo ríos, bajando y subiendo barrancas, iban y venían veredas unos y otros tamemes que traían sal, almendras de cacao, frutas de la región o vasijas y tiestos, ofrendas para muertos y juguetes, noticias. Comercio sereno, el trueque que enlazaba aquellas poblaciones de techo de zacate y paredes de carrizo enjarradas con lodo. Pueblos que vivían, que latían, en los que se oían llantos y risas; dolor y gozos. El ritmo cotidiano era flojear y trabajar, dar a luz y vivir, crecer, avejentarse y morir. Tiempos de juegos y caza, pesca y recolección, de amar y odiar. Había orden y concierto, piedad y tensiones. Ya el tarasco no venía en son de guerra, tampoco había otras amenazas. Lunas y soles pasaron sin retumbar tambores. Ahora el tiempo era medido por la tierra y sus temblores, los ciclones o el bramido de las entrañas del volcán. No había líderes. Todo era en común. Cada familia estaba a resguardo de sí.

Después de la conquista de México-Tenochtitlan, Hernán Cortés inició sus avanzadas: mejores sitios, yacimientos de metales preciosos, la Mar del Sur y el estrecho entre océanos, los objetivos. Al frente sus hombres cercanos. Gonzalo de Sandoval al sureste: pacífico Huatusco, Tuxtepec, Oaxaca, Coatzacoalcos y Tabasco, fundando las villas de Medellín y del Espíritu Santo. En febrero de 1522, Pedro de Alvarado entró por Tututepec y Tehuantepec; y, no sin pelea, fundó la Villa de Segura de la Frontera. Él mismo, en diciembre de 1523, por el Pacífico al sureste sometió Soconusco y Chiapas y por Guatemala llegó a Acajutla, tierras salvadoreñas. Igualmente Cortés abrió caminos al occidente. Con noticias de un reino purépecha supo que, a través de ese reino, podía acceder a la Mar del Sur. Envió una primera misión en otoño de 1521: Antón Caicedo y un par de españoles más, fueron los primeros en tratar con el Cazonci. Poco tiempo después arribaron otros para parlamentar el finisterre. Fracasaron. Los de Coliman desestimaron el llamado y "sacrificaron" a los emisarios tarascos. El territorio seguía inexpugnable. Con esos resultados, Cortés recabó información y calibró someter el reino tarasco para acceder libre a la Mar del Sur.

El capitán que salió de Tzintzuntzan hacia Zacatula con los pertrechos al astillero fue Cristobal de Olid, él permitió a Juan Rodríguez de Villafuerte desviarse a Colima. López de Gómara tiene razón cuando dice que el capitán era Olid, y Bernal Díaz del Castillo cuando asegura que Olid salió, desde Zacatula, en ayuda de los españoles derrotados en Colima. Era el otoño de 1522, época probable para situar aquella aventura que duró algunas jornadas. A mediados de noviembre quedó cerrada. No obstante, mientras Olid regresaba a México en Zacatula y Colima estalló la rebelión. La noticia alcanzaría a Cortés en diciembre.

Para anexar a la Mar del sur al dominio hispano, Cortés no tardó en hallar al hombre indicado, Gonzalo de Sandoval, quien tras pacificar a los yopes, en el actual estado de Guerrero, llegó a fines de marzo de 1523 a Zacatula, donde descansó. Difícil precisar el número de efectivos de su tropa. Por lo breve de la campaña de Sandoval en Colima, además del áspero camino que debería seguirse bordeando la costa, no se permitía la puesta en marcha ni el manejo fácil de un gran contingente. Fue en la meseta costera de Tecomán, donde las fuentes nos hablan del único enfrentamiento entre naturales y españoles. Sandoval penetró a este territorio sin tropiezo hasta llegar a Tecomán, lugar de la batalla, de la masacre. Hay circunstancias que lo afirman. Lebrón de Quiñones dice que en Tecomán "habría cuatro o cinco mil hombres". Cabría recordar que al arribo de Sandoval aquí eran tiempos de la zafra de salinera. La estrategia militar era una sola: la devastación y el aniquilamiento de los naturales, único obstáculo para continuar sus exploraciones en busca de mejores tierras, amazonas, perlas y oro.

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