LEALTADES Y TRAICIONES AL INTERIOR DEL PRI
La principal fortaleza del priismo es la lealtad y la institucionalidad de sus militantes, que anteponen la unidad del partido a sus intereses particulares. Saben que dentro pueden crecer, pero fuera, en las filas de otros partidos, es difícil que prosperen en su carrera política.
Uno ejemplo de esta institucionalidad, de esta adherencia y lealtad partidaria, es Federico Rangel, que pudo optar por apoyar a otro candidato o lanzarse a la gubernatura por otro partido, pero prefirió mantenerse en las filas del PRI.
Por estrategia política, Federico Rangel fue posicionado por Ignacio Peralta como presidente del PRI estatal, lo que automáticamente lo colocó como diputado plurinominal y, bajo esta lógica, coordinador de la bancada priista en la próxima legislatura.
Otro caso es Rogelio Rueda, cuyo capital político no se le discute, además de que tuvo una buena participación como vocero de Ignacio Peralta en la pasada contienda electoral. Su lealtad le va a traer como premio la dirigencia estatal del PRI.
Sin embargo, hubo también traiciones al interior del PRI, componendas por debajo del agua y perfidias para afectar la estrategia de Ignacio Peralta el 7 de junio: en el momento más importante desaparecieron personas claves de la estructura priista, personas que tenían un papel crucial dentro de la campaña de Ignacio Peralta.
Ya se toman cartas en el asunto, al parecer.
Dos puntos:
Dentro de las lealtades priistas destaca, también, la de Manuel Agustín, un joven político que pudo mantenerse como el suplente del candidato electo a diputado federal, Enrique Rojas. Sin embargo, en lugar de generar un conflicto –como otro en su lugar lo hubiera hecho por el codiciado puesto--, el joven priista prefirió ser institucional y no generarle un problema al otrora candidato. Su actitud le granjeó la simpatía de destacados priistas, como Arnoldo Ochoa.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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