CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 01/05/2015

EL CRONISTA

Este jueves 30 de abril aparte de celebrar el “Día de las niñas y los niños”, también celebramos el “Día del Cronista”, seguramente eso usted no lo sabía, como tampoco yo hasta hace apenas unos años y esto en razón de que la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, tiene ese día, el 30 de abril, como el día del cronista; esto porque surgió ese día pero de 1977. Traigo esto porque la noche del pasado martes, en un restaurante del norte de la ciudad de Colima, me tocó saludar a un grupo de damas y junto con ellas a un estimado caballero quien en términos elogiosos me presentó con ellas reconociéndome como “un gran Cronista” a la vez que recapitulaba mis trabajos en radio, prensa y televisión sobre la difusión que sin mayor pretensión y desde hace décadas, hago de nuestra historia local a partir de personajes, sucesos y lugares que en mi opinión han marcado el devenir colimense.

Al despedirme, luego de aquel breve saludo, inevitablemente me traje fija en la cabeza la expresión de ese hombre que tan diligentemente me presentó y la reacción de admiración de las señoras. Qué pensarían, me pregunté, de lo que es Cronista, de la importancia de su oficio y de la distinción y responsabilidad que implica serlo. Bueno luego de resumir las respuestas que se me vinieron, concluyo que el cronista como tal, sin menosprecio alguno para mis colegas, no es un ser de otro mundo, es gente, dentro de lo que cabe, normal, que lleva una vida así, normal, que la mayoría somos individuos comunes que por lo único que se nos puede distinguir, aparte del nombramiento oficial otorgado por el cabildo y el aval de reconocimiento de la comunidad a la que se sirve, es más bien por nuestra afición a hurgar en documentos de archivo, periódicos, rescatar anécdotas y registrar acontecimientos trascendentes del entorno en el que nos desarrollamos.

Los cronistas, por definición somos personas a las que nos gusta contar, platicar, generalmente por escrito, sin inventar y lo más apegados a la verdad posible, las cosas que han pasado sea ante nuestros ojos, por referencias orales o documentadas. Es por ello que no se trata estrictamente de que seamos historiadores como tampoco de que seamos periodistas, oficio esta último que como profesión es una actividad relativamente moderna y que por lo general sostiene una relación laboral con una empresa periodística, sea impresa o medio de comunicación electrónico, incluidas las nuevas tecnologías o periódicos virtuales. La modernidad ha comenzado a compartir con los cronistas algunos de sus métodos y prácticas que vienen de un pasado más bien remoto.

El cronista en sentido estricto es un comunicador de corte antiguo, es una figura más bien emblemática cuyo hacer proviene de la noche de los tiempos, cuando los estilos literarios aún no se inventaban. Se trata al mismo tiempo de una práctica, la suya, que se ha encontrado íntimamente vinculada a tradiciones narrativas orales o testimoniales. Por regla general el ser humano, es un ente conversador, y ese ha sido precisamente el medio para transmitir experiencias vividas, comunitarias o individuales.

Por esta razón, el “Cronista Oficial” de una localidad debe de dar fe de los sucesos más llamativos, importantes, y esclarecedores de cada periodo vivido por la comunidad, dejando plasmado el punto de vista de una persona sin connotaciones políticas, para que así, el juicio más temido por el hombre, tenga los necesarios argumentos verídicos, disponiendo a cada uno en el sillón de la verdad, o de la mentira. En este preciso punto debemos aceptar que las comunidades humanas suelen tener una imagen de sí mismas, aunque no siempre correspondan con su realidad. El cronista toma aquí el papel de memorioso. De registrador de su acontecer, de evocador por excelencia de los hechos pasados de su localidad; en suma viene a ser el gestor de la memoria histórica de la comunidad.