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LECTURAS

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 12/04/2015

LA PUBLICIDAD POLÍTICA

Los griegos no concebían que alguien pudiera dedicarse a los asuntos de la polis si no conocía la retórica, el arte de persuadir, aunque en nuestro ámbito parece que muchas y muchos no lo entienden y se lanzan como el Gorras… ¡A lo puro nango!

La publicidad política, sí, esa que a estas alturas y en la víspera del proceso electoral ya contamina nuestro entorno con grandes espectaculares que consignan desde afirmaciones falaces hasta rostros retocados de sonrisas perfectas y frases huecas; esa misma que cada tres años llena el espectro radiofónico, televisivo y de las redes sociales con imágenes y mensajes de personajes acartonados pronunciando discursos ambiguos; esa misma que nos remite al sitio común de la mentira y el engaño; esa que muchos, la mayoría, aceptan y asumen como verdad, esa que nos oferta al mejor, al “Salvador” que ya llegó; esa que nos lleva a reciclar la esperanza depositándola en un individuo que según, nos llevará al alcance, ahora sí, de una sociedad mejor, de un mundo feliz.

Dirigida a las masas, la publicidad política intenta ejercer su influjo con efectos emotivos y no con razones. Exagerando las cualidades y escondiendo los defectos de las y los candidatos, como en los productos, la publicidad política pretende interpretar y responder a las percepciones, a las encuestas, estudiar diversos aspectos del comportamiento electoral, para ofrecerle al pueblo, a la gente, al posible elector lo que éste desea oír para creer. Pues como lo advirtió Loewenstein: “La propaganda política, en una o en otra forma, ha existido desde el principio de la sociedad organizada. Su influencia, sin embargo, en la mentalidad individual, núcleo del alma de la masa, se ha hecho arrolladora cuando se apropia de los medios masivos de comunicación”.

Como lo advierte Domenach: “La publicidad política es uno de los fenómenos dominantes en la primera mitad del siglo XX. Sin ella, serían inconcebibles la revolución comunista y el fascismo. Fue en gran parte gracias a ella que Lenín pudo establecer el bolchevismo: y esencialmente a ella Hitler debió sus victorias, desde la toma del poder hasta la invasión del 40…“Lo principal, dijo Lenín, es la agitación y la propaganda en todas las capas del pueblo”, Hitler por su parte, afirmó, la propaganda nos permitió conservar el poder y nos dará la posibilidad de conquistar el mundo”. Aunque se debe reconocer que esto, como todo, también es relativo, pues según Urcuyo: “...solamente un sector de la población es el influido por la propaganda electoral. El grueso de la gente toma su decisión desde antes de las campañas electorales”. En el mismo sentido considera Ramírez que: “Si el electorado tiene arraigada una determinada creencia, o posición, no existe propaganda que sea capaz de cambiarla”. No obstante, no se puede negar que esta herramienta, la propaganda, es una manifestación del poder que intenta influir en el destinatario para que actúe según las directrices de los que controlan el aparato propagandístico y que su influencia, en condiciones electorales parejas, suele ser decisiva.

Desde la perspectiva de los medios, la publicidad o también llamada propaganda político electoral ha evolucionado desde el contacto personal o con escritos y panfletos, como se dio en la revolución y el Constitucionalismo mexicanos, hasta la actual que, sin renunciar a la relación directa con los electores, utiliza esencialmente los medios electrónicos e impresos de comunicación, reconociendo que los periódicos, frente a la radio, la televisión y de un lustro para acá, la internet, a través de las llamadas redes sociales, han disminuido su influencia, si tomamos en cuenta que la lectura exige más concentración y disciplina que la actividad pasiva frente a la televisión o “la caja de Pandora” que es la telaraña informática de la red.

Sobra decir que en países como el nuestro, con altos índices de analfabetismo y desinformación, sometido al surrealismo mágico del milagro guadalupano y proclive más al rumor que a la verdad científica, la televisión y las redes sociales (sin control legal) resultan los medios idóneos para transmitir mensajes y vender productos igual que promocionar y arraigar a un candidato, por lo que “Aquel que mejor adorne el pastel y lo unte con la más rica miel, es el que cazará más moscas”, o, parafraseando la ley Lade Sir Harold Mackinder “quien domine los medios de comunicación, dominará el proceso político”.

RECADITO: Lo peor que se puede hacer es seguir haciendo lo mismo con los mismos que haciendo lo mismo lo han hecho mal…Al tiempo.

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