“EL PRÍNCIPE” EN EL BURÓ
“El cielo, el sol, los elementos, los hombres,
han sido siempre los mismos.
Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen”.
Nicolás Maquiavelo.
En tiempos electorales cual libro de consulta, suelo repasar las parábolas del ¿politólogo? Italiano Nicolás Maquiavelo, de este profundo y profético autor cuya ficha biográfica lo reconoce como diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor, una figura relevante del Renacimiento italiano y quien en 1513 escribió su tratado de doctrina política titulado El Príncipe, texto indispensable de filosofía política, vigente aún, publicado de manera póstuma en 1531, cuatro años después de su fallecimiento, mismo del que para analizar el contexto local retomo las siguientes ilustrativas citas.
“Los hombres son ingratos, frívolos, mentirosos, cobardes y codiciosos; mientras uno los trate bien lo apoyan... pero cuando uno está en peligro se vuelven contra él”.
La condición humana no cambia, Maquiavelo lo tenía muy claro desde el siglo dieciséis y eso, sin que nadie se ofenda, lo podemos verificar cada tres o cada seis años, según el tipo de elección sea la “concurrente” con la presidencial o la “intermedia”, como es el caso ahora mismo para elegir al gobernador del Estado además de los otros cargos en disputa según el periodo. Así en cada temporada somos testigos de los casos de “ingratitud, frivolidad, mentira, cobardía, codicia e inmodestia” de personajes otrora encumbrados y venidos a menos, es normal, es parte de eso que llamamos condición humana y que por tanto no nos debe extrañar, en nuestra naturaleza pasar de curadores a verdugos.
“Aunque el engaño sea detestable en otras actividades, su empleo en la guerra es laudable y glorioso, y el que vence a un enemigo por medio del engaño merece tantas alabanzas como el que lo logra por la fuerza”.
Muchas confrontaciones se han ganado con engaños, como en el juego de cartas cuando se saca el As de la manga o como lo vemos en las controversias judiciales donde a veces la evidencia se vuelve nada frente a las pruebas fabricadas por la contraparte, igual que en el Box cuando el contendiente, a veces hasta el llanto, finge un Golpe bajo e incluso en partidos de futbol ¿Quién no ha visto al delantero tratando de sorprender al árbitro tirándose a faul para cobrar una falta inexistente o al otro, que en el último momento mete gol con la mano? Las marrullerías y el juego sucio lejano a la ética personal y a la honorabilidad se dan en todos lados y más en política, eso lo deben tener muy claro los árbitros y más cuando participa gente con antecedentes acreditados, sin escrúpulos que no se dude hará todo para ganar en un “haiga sido como haiga sido”, asumiendo que al final, gane quien gane, nadie extenderá “cartas de buena conducta”.
“Cuando se hace daño a otro es menester hacérselo de tal manera que le sea imposible vengarse”.
Menospreciar al adversario suele ser un imperdonable error, ojalá que haya la capacidad para contrarrestar y reaccionar frente las cargas de artillería que empezaron y siguen con el “Divide para reinar” también de Maquiavelo y que al paso, de aquí al 7 de junio, se convertirán en obuses convertidos en las peores triquiñuelas como las que ya se vieron y en tronantes declaraciones cual cañonazos que, no se dude, se intensificarán buscando el peor daño y descrédito.
“Todos los Estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento”.
La historia suele enseñar y más cuando lo que se vive no son más que consecuencias, lo que el adversario usará como arma; para muestra dos botones: los otrora miles de dominantes mexicas, más que por el puñado de españoles, menos de quinientos, encabezados por Cortés, fueron derrotados por los naturales de las tribus vecinas sometidas y que sujetas a tributo sobrevivían en las peores condiciones, los mismos que por décadas habían soportado la opresión subyugados y a merced de quienes ocupando el poder abusaron de él. Lo mismo pasó con el levantamiento armado contra la corona española, cuando en la Nueva España los españoles criollos hartos de los excesos de la corona decidieron rebelarse hasta su total independencia.
Bueno pues ahí se las dejo para la reflexión y esperando que de algo sirva, porque como también escribiera el célebre florentino: “Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”.
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