JUÁREZ Y COLIMA. CONTINUACIÓN...
El 18 de marzo de 1858 Anastacio Parrodi ya de regresó en Guadalajara, junto con el presidente valoraron la necesidad de salir de la capital tapatía ante el acecho de los Conservadores. La ruta original se había trazado por Nayarít para allá establecer el Gobierno y salir por San Blás, no obstante, a sugerencia del mismo Parrodi se optó por continuar por Colima recién declarado Estado de la federación (9 de diciembre de 1856). Por descripción de Matías Romero, sabemos que la caravana juarista abandonó Guadalajara a las 3:30 horas del 20 de marzo de 1858, con una escolta de 75 de infantería y 30 de caballería al mando de Francisco Iniestra. Grupo que fue alcanzado en las inmediaciones de Acatlán (hoy Acatlán de Juárez). Al respecto, el Presidente escribió: “El día 20 salí de Guadalajara para Colima; en la tarde fui atacado en Santa Ana Acatlán por las fuerzas de Landa. A las 11 de la noche evacuaron el punto y el día 21 a las 6 de la mañana llegué a la hacienda de Estipác y fui a pernoctar al pueblo de Atemajác de las Tablas (Atemajác de Brizuela, por el colimense Miguel Brizuela, que ahí defendió la causa)”.
Ese día Juárez cumplía 52 años de edad. Bajó a Sayula el 22 y el 23 del mismo marzo llegó a Zapotlán el Grande (ciudad Guzmán), el 24 fue recibido en la hacienda de Mesones (Atenquique) y el mismo 24 llegó a Tonila, Jalisco, por la tarde, entre las 16 y 17 horas. Al otro día, de madrugada, el 25, a las 5 de la mañana salió a Colima, cuya ciudad capital desde ese 25 de marzo y hasta el 8 de abril de 1858 se convirtió en sede de la presidencia de la república. Luego de haber sido recibido en las inmediaciones del Barrio de “la Sangre de Cristo” por el Gobernador interino Ricardo Palacio e integrantes de la Primera legislatura del estado, encabezada por Ramón R. de la Vega, fija aquí su residencia en la finca de 5 de mayo No. 36, y da despacho en el anterior edificio del actual Palacio de Gobierno, entonces sede de los poderes constitutivos del Estado de Colima.
Aquí en Colima el Presidente Juárez no solo encontró fraternidad, seguridad y cobijo, factores sin duda importantes, sino que pudo, en un ambiente de tranquilidad, tomar las primeras grandes decisiones, entre otras, otorgar nombramiento a sus ministros, revisar la correspondencia, emitir comunicados y analizar la situación, tiempo valioso en el que por dos semanas, aparte de encontrar sosiego, dio forma a lo que como gobernante lo haría trascender. Según cuenta el propio Presidente: “El 8 –de abril-, a las 3 nos despertó Ocampo, me levanté, tomé chocolate y me dispuse para salir. A las 5 lo verificamos. Nos vinieron a dejar a cosa de dos leguas el Gobernador –Ricardo Palacio-, -Santos- Degollado, -Francisco- Iniestra y varias personas. A las 10 llegamos a Tecolapa, en donde almorzamos y descansamos mientras pasaba la fuerza del sol…A las 3 (de la tarde) seguimos nuestra marcha…Anduvimos sin cesar hasta las 8 (de la noche) que llegamos muy estropeados a Cuyutlán…Cenamos pescado fresco y nos acostamos en un corredor. Me dormí al son de la vihuela que tocaba Rayo…El día 9, a las 4 nos levantamos, con trabajo nos desayunamos y a las 5 salimos para el Manzanillo. En todo el camino oímos más o menos de cerca el ruido de las olas; pero como a las 8 me aproximé a ver el mar y me quedé extasiado contemplando aquel sublime espectáculo…A las 10 y media llegamos a Manzanillo y paramos en la aduana.”
De esta manera, Manzanillo fue de facto la sede Federal, esto del 9 al 11 de abril de 1858, días en los que el Presidente Juárez y su gabinete se establecieron hasta su partida, la mañana del 11 en el vapor John L. Stiphens. Tal fue el paso de este hombre por Colima, tierra que no solo salvaguardó su vida y la de sus acompañantes, sino que lo marcó para siempre con la huella indeleble de las primeras grandes decisiones a favor de la patria. Así fue el paso por estas latitudes de un hombre que viniendo de la cuna más humilde forjó un carácter y con determinación delineó la identidad de un pueblo, definiendo el rumbo de una nación que naufragaba en la zozobra y se extraviaba en los propósitos universales de justicia, paz, progreso y libertad.
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