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CULTURALIA

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 06/03/2015

EL ANDADOR CONSTITUCIÓN

Llegué a vivir a la ciudad de Colima en 1982, tiempos de lluvia. De mi natal Armería me trajo acá la nostalgia infantil de las visitas a mi abuela y demás parentela; el Parque Hidalgo, La Piedra Lisa y las ganas de seguir estudiando, de construirme un futuro diferente al que seguramente me deparaba. De paso, en el trayecto entre la Central vieja, la del Mercado grande en la Nicolás Bravo esquina con Reforma a mi escuela en 5 de mayo No. 87, por aquella época me tocó ver las obras de remodelación del actual Andador Constitución a la par de la construcción del Estacionamiento que se levantaba sobre lo que de 1983 a 1986, sería el restaurant más lujoso que ha tenido Colima, El Cisne, emplazado en el espacio que ocupa la tienda de artesanías del DIF estatal.

Conocí la sección de ese andador cuando aún era calle de tránsito normal de gente y de vehículos allá por los años setenta, cuando aún eran pocas las calles pavimentadas de la ciudad Colima y muy pocos los automotores, recuerdo porque con sus estrechas banquetas a los lados eran casonas viejas de muros altos y grandes ventanales con herrajes artísticos, la mayoría casi abandonadas de las que al paso les salían bocanadas de aire fresco, como suspiros de los tiempos idos. Más tarde supe que en la parte norte en la esquina suroeste, precisamente abajo del estacionamiento había funcionado el Obispado de Colima, edificación que según fue parcialmente abandonada luego de los sismos de 1932 para ser definitivamente desalojada con el del terremoto del 15 de abril de 1941.

Es de recordar que según se documenta dicho tramo de calle, originalmente de tierra y luego con empedrado de escasos cuarenta metros fue anteriormente cerrado por periodo de unos meses años atrás, en 1944, para abrirlo el 3 de julio convertido en la primera calle pavimentada de la ciudad de Colima a base de concreto armado a iniciativa y con dinero de los prósperos y bien estimados hermanos colimenses Enrique y Juan Ceballos. El primer vehículo en transitar por esa vialidad fue el automóvil conducido por Ladislao Moreno “El Chino”, quien ante la expectación de decenas de personas que se arremolinaron en las bocacalles de norte y sur lo cruzó a eso de las cuatro de la tarde. Todo un acontecimiento.

Fue con Griselda Álvarez como gobernadora y entre las administraciones municipales de dos Carlos como alcaldes, Salazar Preciado y Vázquez Oldenbourg, de 1980 a 1985, cuando se habilitó ese andador, constituido ahora en un sitio de encuentro, en el indiscutible corazón cultural de nuestra ciudad capital, un espacio peculiar, común y democrático, muy de Colima al que por igual ya caído el sol se puede visitar para comprar un par de churros rellenos que a ver una buena partida de ajedrez, a tomar un aromático buen café, a comprar buenos puros o dulces regionales y de paso un vestido típico, escuchar trova o ver bailar, cantar o actuar a noveles artistas que improvisan a su foro, como por la mañana y parte de la tarde también es posible escuchar un buen jazz en el sax de Bindu Gross y apreciar a los tlacuilos bocetando o acabando un cuadro de caballete.

Fue en ese contexto del Plan Colima, siendo Presidente nuestro paisano Miguel de la Madrid Hurtado, cuando se remozó el centro histórico y aquí hablamos de la ampliación de las banquetas de la calle Madero (la principal de la ciudad de Colima), su adoquinamiento, la mejora de fachadas, la uniformidad de su color, la reglamentación de anuncios a la par de la rehabilitación integral de los jardines Torres Quintero y el principal, el de La Libertad, así como los portales y el banquetón corrido de Catedral y Palacio de Gobierno. Hace ya treinta años de aquello que se hizo, hay que decirlo, a pesar de la inconformidad y a veces oposición de varios vecinos propietarios de fincas o negocios, los mismos que después, aunque callados, seguramente tuvieron que reconocer las evidentes mejoras en la fisonomía urbana del centro histórico de nuestra capital.

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