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EL HOMBRE EQUIVOCADO. La víspera de la Navidad, que es el día de la Nochebuena, hubo una buena noticia para la familia de Damián (el nombre es ficticio, lo mismo que el del resto de los personajes): salió libre después de haber permanecido detenido más de un año en el centro penitenciario de esta capital por un delito que no cometió, pues nunca se le pudo comprobar plenamente.
Por la mañana del día 25 me lo encontré afuera de su casa: el joven de unos 23 años de edad no cabía en sí del gusto de volver a saber lo que es la libertad, después de casi perder las esperanzas refundido en una celda. Como el de muchos otros, el de Damián había sido un caso más de injusticia cometido con un inocente. Lo acusaron de un robo que no llevó a cabo con sujetos con los que nunca se hubiera juntado.
Al menos en el caso de El pelón, un sujeto de turbio historial que le lleva más de diez años, Damián jamás habría hecho ronda alguna; mucho menos si era para cometer un atraco, algo en lo que no incurriría por ser muy trabajador: si bien no permanecía mucho tiempo en los empleos de repartidor de carne a domicilio en los que se había especializado –a bordo de una motocicleta—, su salida se debía a otras circunstancias que nada tenían que ver con la holgazanería. Sus propios jefes lo podrían confirmar.
Así, el delito por el que se acusó a Damián fue por el robo de unas joyas a una mujer, cuyo domicilio se encuentra a pocos kilómetros de esta capital. Se supone que el joven participó con El pelón y uno o dos tipos más. Al parecer, los otros sí incurrieron en el delito que se les achacó, pero no el hombre equivocado. Las pruebas en su contra eran muy endebles, pero al final un juez encontró (otro ya había sido sacado del caso) un hueco para dejarlo en libertad… un año y cuatro meses después del hecho.
Veamos: Damián no pudo haber participado en el atraco del que se le acusaba, pues se odiaba a muerte con El Pelón. Varias ocasiones se liaron a golpes. En una de ellas, pocas semanas de que se perpetrara el robo, fui testigo de un pleito que tuvieron cerca de mi casa, junto con otras cuarenta personas que también presenciaron el intercambio de golpes. Unos días antes de la fecha del atraco, en un cibercafé, de nuevo se iban a enfrentar a puñetazo limpio, aunque esa vez los detuvo el dueño del negocio.
A menos que hayan fingido todas sus peleas, lo que los convertiría en candidatos naturales a recibir el Premio Óscar de la Academia de Hollywood a principios del próximo año por su genial actuación, Damián no podría haber participado en un robo en forma conjunta con El pelón y otros tipos de la misma ralea. Peor aún: el testimonio que terminó por hundirlos a todos fue nada menos que de El pinole, un individuo con antecedentes de ladrón, drogadicto, etcétera; en fin, una auténtica ficha. Así, pesó más la palabra de un delincuente confeso que la de uno cuyo expediente estaba limpio.
A lo anterior hay que agregar otro detalle que resulta revelador: la mujer que acusó a la banda de ladrones nunca acudió ante el MP a ratificar su denuncia contra los que la asaltaron en su propia vivienda, aunque apoyó ciegamente la versión de El pinole, el delator que agarró parejo al ponerles el dedo a todos. La actitud de la mujer, que despierta sospechas, hasta podría ser objeto de una contrademanda, al haber acusado en falso a un joven que perdió miserablemente un año y cuatro meses de su vida tras las rejas.
Paradójicamente, después del odio que se manifestaban públicamente Damián y El Pelón, dentro de la cárcel terminaron siendo amigos, obviamente por simple instinto de supervivencia: habría que hacer causa común contra los peligros que existen en toda prisión que se precie de serlo. Además, con diferencia de algunas semanas, ambos fueron puestos en libertad, pese a que El pelón tiene en su haber un rosario de delitos.
El sistema penitenciario mexicano acostumbra poner en libertad a los presos cuya falta no es grave –o por su buen comportamiento— en dos fechas claves: una, el 15 de septiembre, que el santoral político señala como inicio de la Independencia de México; la otra, en la víspera de la Navidad, una bella época en la que todos los seres humanos se reconcilian.
A Damián, encerrado injustamente más de un año, se le dio la oportunidad de reconciliarse consigo mismo y con la sociedad en esta temporada navideña. Bien por él, que soportó estoicamente su cruz a pesar de ser inocente, de ser el hombre equivocado, como les pasa a muchos. Al menos, esta vez sí hubo una feliz Navidad para alguien.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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