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EL MEXICO BARBARO. Lejos estamos ya de aquella frase dicha en la década de los 70 por Jesús Reyes Heroles, esa de no despertar al México bronco, que en ese tiempo se encontraba bajo el férreo control del autoritario PRI. Visto en perspectiva, cuando las matanzas de antes eran algo extraordinario en el país, hoy podemos concluir que estamos más lejos del México bronco y más cerca del México bárbaro.
Sí, del México bárbaro de John Kenneth Turner, el mismo en el que el autor gringo señalaba en 1909 la situación de esclavitud en la que vivían muchos mexicanos en la etapa más sanguinaria del porfiriato. Pero esta vez la crueldad y brutalidad no sólo son patrimonio exclusivo del gobierno (donde no se salva uno solo de los partidos políticos existentes), sino de buena parte de una sociedad que no quiere asumir ninguna responsabilidad de la parte que le toca.
El detonante de lo que parece ser la saga del México bárbaro, iniciado en el sexenio de Felipe Calderón y su lucha contra el crimen organizado, lo fue el asesinato de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, del estado de Guerrero, en el gobierno de Peña Nieto. Este asunto, sin embargo, los fanáticos de uno y otro signo lo presentan según sus propios y mezquinos intereses.
En principio, la orden de asesinar a los estudiantes, que habían ido de Ayotzinapa a la ciudad de Iguala, fue dada por el alcalde José Luis Abarca, que no quería que los jóvenes manifestantes le hicieran un desmadre a su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, que pretendía ser la siguiente presidenta municipal. De hecho, ella era la que realmente mandaba, al formar parte de la banda Guerreros Unidos en la que se incluía a varios de sus hermanos, por lo que su maridito venía a ser el típico pelele mandilón.
El alcalde y su esposa, pues, eran miembros distinguidísimos del PRD. Pero no sólo ellos, sino que también contaban con la bendición de un tal Mazón, al que Andrés Manuel López Obrador, dueño de Morena, ya había designado –vía democrático dedazo— su candidato morenazi a gobernador del estado. Y el gobernador al que licenciaron, Ángel Heladio Aguirre, había sido arropado por el perredismo cuando en el PRI no lo quisieron lanzar de nuevo a ese cargo, tras haber sido interino en la década de los 90.
Así, pues, se encuentran metidos en el ajo perredistas y morenazis, pero el gobierno federal es del PRI, sin dejar de señalar que también tienen responsabilidad el PAN, el PT, el MC; en fin, la podredumbre es pareja en todos los partidos. El gobierno de Peña Nieto reaccionó tarde y con titubeos en la parte que le correspondía, si bien los fanáticos de izquierda le achacan toda la responsabilidad. En todo caso, ese es problema que al propio EPN y a su equipo les toca aclarar.
Pero al PRD no ha salido bien librado del asunto. Expertos en la cultura del odio desde su creación hace 25 años, los perredistas con cargos directivos son ahora víctimas de ese mismo odio que transmitían contra los demás por diferentes foros y medios. Buena parte de ese odio es expresado por la fanaticada que ya no forma parte del PRD, ahora agrupada en Morena, como si ese partido y su mesiánico dueño no tuvieran su parte de culpa.
En las redes sociales, donde cualquier pendejete es revolucionario en horas de oficina, de lunes a viernes, hay quienes se rasgan las vestiduras por la violencia reinante en el México bárbaro, pero sólo para llamar la atención, a la espera de que alguien del poder les diga: “Mira, aquí tienes tu beca para que ya no estés chingando”. Y, claro, mientras más fuerte sea el grito, más jugosa la beca que les llegue a esos rebuznacionarios de café.
Hay mucha hipocresía en los que opinan en los diferentes foros que hoy abundan, para nuestra fortuna. Algunos se dicen pacifistas, seguidores de Ghandi; pero por el tono de sus violentas opiniones, lo único que harían sería avergonzar al propio líder de la India, si tuviera la desgracia de poder ver lo que hacen sus pinches seguidores más fanatizados. Porque es obvio que esos cabrones no practican la filosofía del hindú, sino la del mesiánico Santo Niño de Macuspana.
La barbarie en México está a todo lo que da, pero no es con desgarramiento de vestiduras hipócritas con las que se van a solucionar las cosas. Uno puede comenzar por su casa, inculcándoles a los hijos nuestros valores, sin solaparles prácticas delictivas. El gobierno de Peña Nieto tiene que hacer mucho por la nación, pero eso de solicitar su renuncia es una soberana mamada que sólo se les puede ocurrir a los imbéciles.
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