Se dice que existen tres tipos de padres: los sobreprotectores, los descuidados y los neutros, o como dirían los expertos, tres estilos de crianza: autoritarios, democráticos y permisivos. También se considera que los varones sienten mayor apego hacia la madre, mientras que las hijas hacia el padre o viceversa.
La gente suele decir que a ser padres se aprende con la práctica o el tiempo. Sin embargo, existen bases científicas en el área de las neurociencias que tienen otra explicación. Se trata de dos sustancias químicas denominadas oxitocina (OT) y vasopresina (AVP), que se producen en una zona del cerebro llamada hipotálamo.
La primera es secretadas en mayor cantidad por las mujeres, mientras que en los hombres parece ser que es la vasopresina la que se eleva cuando se forma el vínculo padre-hijo.
Norma Angélica Moy López, profesora investigadora de la Universidad de Colima, ha dedicado parte de sus investigaciones a conocer la relación que mantienen estas sustancias con los lazos afectivos entre padres y crías.
Explica que estudios realizados por Francis, Young, Meaney e Insel, demuestran que “al generarse una relación o vínculo fuerte, la producción de estas dos hormonas aumenta, por lo que se considera que son ellas las que ayudan a generar este amor filial entre hijos, padres, parientes o cuidadores”.
Aclara en entrevista que los lazos de unión no son exclusivos de los padres a los hijos. “John Bowlby, pionero en la investigación entre los vínculos afectivos, se dio cuenta que los niños que habían quedado huérfanos u hospitalizados durante la segunda guerra mundial, formaron vínculos mucho más fuertes con sus padres adoptivos o cuidadores que con los biológicos; a este tipo de relación la llamó apego, para descartar el amor que sólo vincula a padres e hijos”.
Dicha teoría considera que este vínculo proporciona seguridad emocional en los niños para que a lo largo de su vida puedan desarrollarse y formarse de acuerdo con su entorno; de lo contrario, podrían tener problemas en su etapa adulta. Además, dice Moy López, “se requiere de factores ambientales y sociales para que los padres desarrollen los cuidados”.
“¿Qué quiere decir esto?”, cuestiona la doctora en Ciencias biomédicas, “yo puedo tener toda la cantidad de oxitocina o vasopresina para ser buena madre o padre, pero si no existen estos factores, ellos no los van recibir; sin embargo, sí los pueden desarrollar, siempre y cuando mejoren su entorno. A este tipo de conducta se le llama resiliente, dado que afrontan la situación a pesar de tener condiciones adversas”.
“¿Pero qué pasa con los hijos cuando se sobreprotegen o descuidan?”, se preguntó ella. Para dar respuesta a esta pregunta, la investigadora universitaria, en el periodo 2009-2010, realizó una investigación con roedores para analizar qué pasaba con la vasopresina y oxitocina en estos casos. Apego materno, dijo, se define como el proceso de amor reciproco entre padres e hijos, pues investigaciones anteriores sólo hacían referencia al amor que los padres daban a sus hijos.
“Analizamos la expresión de estas dos hormonas en el hipocampo de las ratas por dos cuestiones: es una estructura importante para los procesos de aprendizaje y memoria, ahí llegan las señales olfatorias mediante las cuales pueden saber si son o no sus crías, y está relacionado con el procesamiento emocional”, explicó Moy López.
Los resultados corroboraron que las ratas hembras que recibían un mayor cuidado producían más oxitocina, mientras que las ratas macho producían vasopresina. Además, comentó la investigadora, el patrón de cuidado se repite; “al analizar las conductas maternas de dos generaciones, es decir, a las hijas de las hijas, vimos que su comportamiento se repitió.” Por el contrario, se identificó que los procesos de aprendizaje y memoria en los hijos fueron distintos.
Esta misma investigación arrojó “que cuando el cuidado en las ratas hembra es mayor, la cantidad de oxitocina aumenta en hipocampo y su aprendizaje es más lento; en cambio, los machos expresaron más receptores de vasopresina en el hipocampo y tuvieron una mejor respuesta de aprendizaje de tipo espacial. Pero además “nos dimos cuenta que el generar mucha oxitocina no sólo afecta la conducta materna, sino procesos como el de aprendizaje y la memoria”, mencionó la Norma Moy.
Ella dijo que hay situaciones similares en los seres humanos. Analizando casos extremos, dijo, “un niño que es sobreprotegido puede realizar tareas, pero siempre va a necesitar que alguien le ayude o le solucione el problema. En cambio, un pequeño que crece en las calles, como no tienen un apego seguro, cuenta con más habilidades para resolver problemas y no dependen de alguien más para solucionarlos”.
Esta investigación, añadió la investigadora,
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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