Llegó de pronto una noche cálida, de esas que en Colima son frecuentes y nada extraña, llegó sin que nadie lo esperara, pero llegó y se quedó con nosotros.
Eso fue hace ya muchos años, ese día estábamos varios miembros de la familia sentados en lo que era la sala de la casa paterna cuado una de mis hermanas llegó con él, era un perro joven, juguetón, cariñoso y dócil, era un perro de raza Dálmata.
El principio mis padres no querían que se quedara pero ante la insistencia de uno de mis hermanos y la mía propia el perro se quedó con la advertencia que debíamos entendernos de él por completo desde alimentarlo, asearlo, sacarlo a pasear, hasta llevarlo al veterinario y estar al pendiente de sus vacunas.
Por nombre le pusimos uno muy popular: “Duque”, y tras darle un nombre nos dispusimos a adecuarle un lugar en donde durmiera.
Pero el animal muy pronto se ganó el cariño de toda la familia, hasta de mis padres, ya que esa noche estuvo dando vueltas por toda la casa, al parecer vigilaba que todo estuviera bien.
Al otro día, luego de alimentarlo le dimos su primer baño en casa, a lo cual respondió muy dócilmente sin ni siquiera sacudirse el cuerpo para quitarse el agua. Pero eso no fue todo, por un descuido de nosotros no lo sacamos a un lugar para que hiciera sus necesidades, pero nos percatamos que durante el día no ensució en ninguna parte de la casa y fue hasta la tarde noche cuando Duque se acercó y comenzó con unos quejidos como queriendo llorar, me paré y de inmediato se acercó a la puerta de entrada de la casa, por lo que abrí y salió delante de mi y nos dirigimos (yo co una bolsa de plástico en la mano) hacía una avenida cercana.
Justo cuando cruzamos juntos hacia el camellón central Duque realizó sus necesidades por lo que recogí con la bolsa y seguimos caminando.
Desde ese día era necesario sacar al perro, por la mañana temprano y por la noche, a correr al jardín o al parque aprovechando que hacía ejercicio y, a la vez, realizaba sus necesidades fisiológicas.
Luego de unos meses de estar en casa pasó algo que nunca creímos que iba a pasar, en casa había un pequeño “recibidor” y un día uno de mis hermanos dejó en uno de los equipales un taladro con sus brocas además de la puerta de entrada abierta, de pronto escuchamos el grito de un hombre y el gruñido de Duque, corrimos apresurados para ver que pasaba y vimos al perro que sujetaba fuertemente al individuo de uno de los pies, a la altura del tobillo y el hombre con el taladro en la mano ya que se lo quería robar.
Desde ese día siempre manteníamos la puerta cerrada, pero años después una de mis hermanas llegó de prisa, dijo ella “de entrada por salida”, por lo que dejó la puerta abierta y su bolso con su cartera y documentos en otro equipal, no pasaron ni cinco minutos cuando escuchamos un grito y salimos y de nuevo Duque tenía a un muchacho de escasos 15 años agarrado fuertemente del tobillo, el cual se metió a tratar de robarse el bolso.
Con Duque en casa ya nadie se metía sin primero tocar o hablar, pues cuando el perro veía que esa persona entraba con la autorización de los de la casa ni siquiera se acercaba, mucho menos gruñía ni tampoco Con Duque en casa nunca se vio un ratón, un gato ni cualquier otro animal.
Nuestra mascota fue muy querida y nos acompañó por muchos años pero una mañana en que mi hermano salió con él para pasearlo apenas cruzó la avenida hacia el camellón cuando realizó sus necesidades fisiológica y se regresó a casa para echarse en el lugar en donde dormía, comenzó a sacar espuma por la boca por lo que de inmediato le hablamos al veterinario ya que no eran ni las seis de la mañana, pero cuando llegó no pudo hacer nada a pesar que le puso dos inyecciones.
Ese día fue de los más tristes, ya que se fue sin siquiera quejarse, se fue tranquilo y hoy, después de tantos años, aun seguimos extrañando a Duque, un gran perro que puso el ejemplo de obediencia, nobleza, valentía y muchas cosas más.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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