BICICLETA
La bicicleta es una buena consejera. Nos enseña que hay caminos que suben y caminos que bajan. Que los caminos, además, tienen acotamientos, paradas, y que igual sirven para el camino que sube como para el camino que baja.
También nos enseñan que hay piedras en el camino: algunas grandes, filosas, otras pequeñas, aparentemente inofensivas, piedras útiles y piedras inútiles, piedras con las que nosotros podríamos golpearle la cabeza a alguien, de pasar por encima de ellas, o piedras que bien nos podrían golpear a nosotros la cabeza, por descuido de otro conductor.
Nos enseña la bicicleta también que hay caminos con bello paisaje, con árboles y pájaros, sin un solo bache, y otros escarpados, solitarios, más bien como dejados por la mano de Dios, y que si bien el camino normalmente nos elige a nosotros, somos nosotros los que decidimos recorrerlo o no.
Algo muy importante es que también la bicicleta nos enseña que así sean caminos que suben o bajen uno tiene que detenerse a descansar un poco, mirar el paisaje o el cielo, respirar hondamente, y no intentar recorrer todo el trayecto de una sola pedaleada, porque el corazón se nos rompe o se nos quiebra la espalda.
Aparte de una buena consejera, la bicicleta es una entrañable amiga, nada más que para entender su lenguaje de ruedas no hay que bajarse de ella.
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