HABLEMOS DE LA DEMOCRACIA
En palabras de Savater “Aristóteles, en su Política, dice que no llamaría Polis o ciudad a cien habitantes ni tampoco a cien mil; es decir, para él era tan absurdo llamar ciudad a cien personas (una minucia) que a cien mil, lo que le parecía un disparate gigantesco. Como sabemos, nosotros vivimos en ciudades, sobre todo en estados o países de miles y millones de habitantes. Por tanto, nuestro concepto de democracia lógicamente se ha distendido mucho, porque tiene exigencias distintas a las que podía tener estrictamente la época griega”.
En términos ideales, la democracia existe gracias a los valores éticos que la hacen deseable y la justifican como sistema político, ante alternativas opuestas como el autoritarismo, el despotismo, los cacicazgos o el totalitarismo en sus variopintas expresiones. Valores como la libertad, la igualdad, la civilidad, entre otros, son las piedras angulares de la ciudadanía y fundamentales para el buen funcionamiento de las sociedades contemporáneas.
Libertad. Supone la capacidad de autogobernarse y, por tanto, de asumir como legítimas las obligaciones y vínculos aceptados como válidos. Cada ciudadano activo, tiene el derecho de participar en la preparación y adopción de las decisiones colectivas que le atañen. Es un derecho que respalda el principio de soberanía del pueblo con derecho a autogobernarse. Igualdad. Garantiza que los ciudadanos poseamos mismos derechos y obligaciones, sin favorecer la existencia de grupo con privilegios, asegura el reconocimiento y respeto de los derechos civiles y políticos de cada uno sin importar edad, sexo, creencia, ocupación o rango socioeconómico y se traduce en derechos.
Civilidad. Implica disciplina, tolerancia, autocontrol, cooperación y solidaridad. Convivir con otros se basa en un sentimiento de responsabilidad compartida y respeto. Hay una tendencia hacia la colaboración para alcanzar objetivos comunes y superar diferencias o contradicciones de forma pacífica y legal, a través de procedimientos de negociación y concertación, de forma tal que lleve soluciones colectivas, legítimas y aceptadas para todos. Justicia. El jurista romano Ulpiano la define como la “constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo suyo”. Es una virtud universal, en la que “lo que pertenece” a cada individuo es igualdad, libertad y participación. El hecho de que “sea constante y perpetua” posibilita la estabilidad del sistema en seguridad, compromiso y paz.
Participación. Es el involucramiento activo de todos los miembros de un conglomerado social y político de una comunidad cualquiera. Pluralidad. Supone el reconocimiento y pleno respeto a las expresiones de la diversidad y la complejidad tanto de los individuos y los grupos que conforman una sociedad. Tolerancia. Posibilita ver y tratar a los demás desde el respeto a su dignidad como personas; permite apreciar y valorar lo valioso de cada ser humano.
Legitimidad y legalidad. Estas garantizan la participación, promueven el consenso y el diálogo, y protegen el pluralismo y la tolerancia, además de proporcionar las bases para la igualdad, libertad, justicia y estabilidad requeridas por toda sociedad democrática. Respeto. Facilita establecer relaciones comprometidas a nivel interpersonal y social, en las que ante cualquier punto de vista diferente los interlocutores pueden abordar las discrepancias mediante el diálogo. Solidaridad. Este valor implica que los individuos se comprometan con su grupo de pertenencia en la construcción de proyectos comunes.
Si los gobernantes y los ciudadanos nos ajustáramos a estos principios seguramente otras serían las condiciones de nuestra sociedad actual, pues como asevera Savater: “La educación es una parte imprescindible en el proceso democrático. Tenemos que formar personas, no solo buenos profesionales. Es importante que la educación esté orientada a formarlos, a tener destrezas en escultura, argumentación, cálculo; todo eso es importante, porque el ser humano tiene qua valerse de armas, de conocimiento para enfrentar la naturaleza y salir adelante en sociedad, pero a la vez tenemos que formar personas íntegras, es decir, cultivar humanidad y ciudadanía en cada uno de nosotros”.
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