EL COLIMA DE MIRADA LARGA
Con motivo de estas fechas en las que los colimenses sabedores de nuestro origen recordamos la conquista de este territorio al mando de Gonzalo de Sandoval, nuevamente me acerqué a la lectura de “Colima, historia breve” del respetado historiador José Miguel Romero de Solís, y no cabe duda, en cada ocasión a un mismo texto se le pueden encontrar interpretaciones diferentes, en ese sentido, y parafraseando a dicho autor, debo apuntar que: “Colima tuvo una considerable pero temporal dilatación, estuvo marcado desde tiempos inmemoriales por dos importantes mojones: los extraordinarios volcanes al norte y los kilómetros de litoral con el Océano Pacífico. Pero Colima jamás quiso ser serrana ni marinera.”
Es cierto, no obstante las vicisitudes padecidas a lo largo de su historia, desde las naturales y las que vienen desde sus impuestas categorías de señorío, provincia, alcaldía, villa, cantón, región, ciudad, etc., hasta sus dependencias administrativo-territoriales como distrito, subdelegación, territorio y estado de la federación, Colima se identifica por su geopolítica ancestral que refiere su forma natural, mucho más allá de provocaciones limítrofes siempre guardándose de no ser lo uno ni lo otro, sino mas bien contemplativa y atrayente o marginal y acotada, quizá porque como él señala “El uso de la tierra y los comportamientos sociales fueron marcando la identidad regional, centrada por otra parte en la experiencia de ser una provincia marginada en la Nueva España, es decir, su finisterre”.
Condición propia que nos ha caracterizado a los colimenses a lo largo del tiempo, pues “El hombre de esta tierra”, afirma el mismo autor y coincido con él “está acostumbrado a la mirada larga, siguiendo la costumbre de aquellos centinelas de la mar que oteaban el paso de las naos que iban o venían de las Filipinas”. Mujeres y hombres que “Sólo interrumpen su visión las fumarolas del volcán de Fuego, la gran mancha paralela al cielo del Cerro Grande -la hermosa sierra de Manantlán- y las corpulentas cúpulas de los cóbanos, parotas e higueras de troncos grises”, que al tiempo, uno a uno, fueron plantados en la misma tierra virgen de selva baja que recibió a los primeros inmigrantes nómadas y luego a los segundos, a los conquistadores hispanos y a los que trajeron con ellos entre negros, mulatos, asiáticos y demás, así la convivencia de españoles e indígenas, el amor y la violencia fueron tejiendo un mestizaje cada día más profundo, oculto hoy en las venas, en la tez y en nuestro carácter.
Cierto es que los vecinos de Colima no nos hemos acostumbrado y creo que no lo haremos puesto que no está en la naturaleza del ser humano acostumbrarse a lo imprevisto, a lo desconocido a las inclemencias endémicas de la naturaleza: sismos y ciclones, principalmente. No obstante válido es reconocer que paulatinamente y como lo apuntala el mismo historiador cuando afirma que (nos hemos) “ido acomodando a la tierra durante siglos: respiramos aires campiranos y la brisa marina mientras hemos venido beneficiando la sal o sembrado maíz, frijol y cacao; cultivado la caña de azúcar, las palmas de coco, el algodón y el arroz; el café -el caracolillo- y en tiempos más recientes la experimentación con los cítricos y otros árboles frutales hasta recuperar los viejos sueños mineros”, esto último con la proyección del Puerto de Manzanillo.
Historia que aunque a muchos les incomode reconocerlo aferrados como están a esa visión parcial, hipócrita y derrotista de glorificar solo al vencido, al indígena (olvidándose que también somos producto del vencedor), que desde siempre se nos ha insistido en la manipulada historia de bronce y que tanto nos ha perjudicado como la sociedad mestiza que somos: “empezó desde que los colonos hispanos olvidaron correr tras la aventura y fijaron sus reales en las estancias. Así echó raíces la tradición en Colima junto a los seculares habitantes de esta tierra”. Lo que se dio en esta región hace ya 490 años y que es por lo que hoy estamos aquí y que como tal se debe asumir pues no fue de otra manera.
NOÉ GUERRA PIMENTEL es *Socio de número y Presidente (2009-2012) de la Sociedad Colimense de Estudios históricos, A.C.
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