Ahí va, trotando, presuroso para pasar la calle, en su prisa no se percata que viene un auto e incluso no le importa que la luz del semáforo haya cambiado a verde para que el vehículo continúe su marcha.
Ante esto el conductor frena totalmente su carro y lo deja pasar.
Esto ocurrió apenas el martes de la semana pasada, cuando un perro se cruzó la calle y el conductor del auto frenó para no golpearlo, un buen gesto que aplaudirán los grupos protectores de animales e incluso yo mismo que me gusta cuidar de ellos.
Pero esto no fue todo, pues en ocasiones es difícil creer como la defensa por los derechos de los animales llega tan lejos que incluso algunas personas dejan de respetar a los seres humanos.
Sucede que justo cuando el animal iba a mitad de la calle una persona discapacitada, un señor de nombre Manuel que deambula pidiendo limosna por el centro de Colima, el cual no tiene sus extremidades inferiores y se traslada de un lado a otro, como decimos en Colima, “a gatas”, intentó también cruzar la calle, pero cual fue mi sorpresa que justo cuando Manuel había bajado totalmente de la banqueta el conductor del auto aceleró y casi lo atropella.
Desde mi punto de vista es bueno y positivo que se cuide y se respete a los animales, incluso personalmente lo hago, pero también es conveniente que sepamos respetar los derechos humanos y no porque la persona que iba a cruzar la calle sea discapacitada vale menos que nosotros y, aun peor, menos que un animal.
Los derechos humanos están consagrados en nuestra Constitución Política y debemos respetarlos, sin tomar en cuenta clases sociales, color de piel, religión, preferencias políticas y si nosotros no los respetamos pues entonces estamos mal como sociedad.
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