La súplica era insistente, y aunque trataba de ignorarla era difícil dejar de pasar desapercibida esa voz que no dejaba de llamarme.
Por fin me decidí y con voz firme le pregunté ¿que quieres? Pero justo en ese momento todo quedó en silencio, no volvió a hablarme por un buen rato. Talvez estaba ocupada o probablemente ya no necesitaba mi ayuda.
Confiado en eso regresé a mis actividades, que por cierto las tenía algo retrasadas, por lo que traté de concentrarme para aventajar en el trabajo.
De pronto nuevamente esa voz llamándome, diciéndome que acuda a su lado para ayudarla.
Desesperado le pregunté que era lo que quería a lo que me contestó:
-Mira ven para que me ayudes, necesito que lo hagas ahorita mismo, te necesito, no me hagas esperar y sube pronto.
Yo le respondí que si era necesario que lo hiciera ahorita mismo a lo que me contestó:
-Si, tiene que ser justo ahora, no puedo dejar de pasar más tiempo, sube por favor- me pidió.
Pero yo resistiéndome un poco le dije:
-Podemos esperar un poco más, no creo que sea necesario que suba en este momento y colocártelo en donde lo quieres.
Parece que la respuesta le molestó un poco, pero guardando la compostura me volvió a pedir el favor.
-Sube ya por favor en este momento, es urgente que lo acomodes, porque ya no aguanto, estoy desesperada; solamente tu sabes hacerlo.
Como decimos en Colima, más a fuerzas que de ganas subí y me dispuse a acomodárselo justo en donde lo quería.
Cuando me vio sonrió con cara de satisfacción y me dijo: “ya vez, que te cuesta complacerme”.
Luego de agarrarlo forcejé un poco pero al fin pude colocarlo en donde ella me lo pedía, tras un momento respiré hondo y ella, satisfecha, me lo agradeció diciendo:
-Que bueno que colocaste el garrafón de agua en el enfriador, me moría de sed y desde la mañana no había agua y con esta calor que está haciendo-, mientras terminaba de tomar de su vaso y se disponía a volver a llenarlo.
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