Así llegó, veloz a bordo de su bicicleta, lo vi desde que subió al jardín y pedaleó como desesperado, parecía que traía urgencia de llegar a algún lado.
Al pasar cerca de mi disminuyó la velocidad y pude ver su cara de angustia, de preocupación, como que algo le dolía o calaba muy hondo, parecía que buscaba ayuda de alguien pero no la encontraba.
Iba vestido con ropa de trabajo, pantalón de mezclilla y una camisa manchada, talvez era un albañil, a lo mejor un pintor o también un herrero.
Era una noche de esas en las que se siente ya el cambio de clima, cuando el calor no se quita a pesar que ya pasaron dos horas que el sol se perdió tras aquellas montañas al poniente de Colima.
El hombre llegó a bordo de su bicicleta hasta la puerta de la iglesia pero ésta ya estaba cerrada, lo cual no impidió que la llanta delantera chocara despacio con el pesado madero y ahí mismo, sobre la bicicleta, sin bajarse de ella, se persignó bajó la cabeza y empezó a orar.
¿Cuánto tiempo duró rezando? No lo se, pero lo hizo con tal devoción y sin importarle que quienes pasaban lo vieran que en ese momento recapacité lo que es la fe, lo que es el amor a Dios y lo que es creer fielmente en él. Este hombre no necesitó estar dentro de la iglesia para acercarse a Dios para pedir su ayuda, le bastó con llegar a la puerta del templo.
Después de esos momentos de oración, de comunicación entre él y Dios, lo vi de nuevo persignarse, voltear su bicicleta y pedalear de regreso pero ahora ya despacio, sin prisa.
Su cara se miraba más tranquila, el semblante le cambió y hasta pude ver una sonrisa en su rostro, señal que su acercamiento en aquella iglesia había obtenido resultados favorables.
Total de Visitas 276167159
A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
Desarrollada por HMH Sistemas
Template by OS Templates