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SIN MAS…

PEDRO PUENTE PÉREZ | Opinión | 21/04/2013

Un ambiente tranquilo, un clima templado y un paisaje maravilloso enmarcaban ese día.

Era justo las dos de la tarde, el sol estaba en lo alto del cielo, sus rayos llegaban de manera directa pero quienes ahí estábamos disfrutábamos.

La playa, el mar, el ruido del ir y venir de las olas nos daba una tranquilidad y a pesar del calor que podría sentirse, la brisa nos tranquilizaba y hacía que nos deleitáramos.

A lo lejos vi como una señora, de más de 40 años de edad y con sobre peso, jugaba con las olas del mar, estaba parada y cada que llegaban los embates se recorría al vaivén del agua.

Debo aclarar que de lejos observaba que esa mujer jugaba, pero después de cas 15 minutos pude ver como caía en el agua y no podía pararse mientras las olas seguían saliendo y entrando al inmenso mar.

Luego de un tiempo (no se cuanto minutos) la mujer seguía en el agua, ahora sin poder pararse y la gente que tenía a su alrededor parecía que no se percataban de la situación o talvez pensaron lo mismo que yo, que estaba jugando con las olas.

Poco a poco me levanté de donde estaba y pude ver su rostro de desesperación conjugado con miedo. Quise acercarme para preguntarle si se encontraba bien o si requería de ayuda pero apenas había avanzado unos pasos cuando unas menores de edad se acercaron a la mujer y, tomándola de los brazos, la ayudaron a incorporarse para, después, salir del agua y dejarse caer en la arena.

Sin acercarme demasiado observé como la mujer metió la cara en sus manos y se puso a llorar, era el llanto que desahogaba la angustia, el miedo, la cercanía de la muerte, mientras las menores de edad la abrazaban y le daban palabras de ánimo.

Así, de lejos, me di cuenta de la fuerza que tiene el agua, de cómo la naturaleza o Dios puede disponer de nosotros, de cómo puede destruirnos, quitarnos la vida o, simplemente, darnos un susto para valorar que estamos vivos.

Muchos de los presentes en ese lugar estuvimos a punto de ser testigos de la muerte de una persona, pero afortunadamente no fue así, aunque el susto y la experiencia de la vida ahí quedó guardado para siempre en la memoria de esta mujer.

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