Estaba ahí, tirada a la mitad de la calle, el dolor se reflejaba en su rostro, los autos que pasaban veloces la esquivaban pero ninguno hacía por detenerse a auxiliarla, mientras que un niño de algunos 12 años lloraba desesperado.
Unos instantes antes todos los que ahí estábamos escuchamos un fuerte golpe, oímos y volteamos asustados y pudimos ver como era lanzada varios metros por el aire debido al impacto de ese auto. Había sido atropellada. Pero el responsable ni siquiera se inmutó y prosiguió con su camino sin preocuparse de nada y lo peor es que nadie pudimos tomar el número de placas.
Al caer su cuerpo chocó contra el caliente y negro pavimento de la calle, de esa calle en donde circulaban los autos a gran velocidad, esos vehículos que se convirtieron en un arma mortal al estar ahí tirada y sin protección.
Todos nos quedamos quietos, sin podernos mover por la impresión al ser testigos de ese atropellamiento, mientras que el niño gritaba que la ayudaran, no quería que se muriera.
Por fin me decidí, como pude y haciendo señas los autos se detuvieron y pude llegar hasta ella, la observé, me incliné para tratar de prestarle ayuda. Sus ojos me miraron tristes, como pidiendo ayuda, sus quejidos eran desgarradores, señal que tenía varios huesos rotos.
Un hombre que pasaba por ahí bajó de su bicicleta y se acercó al igual que una mujer y entre los tres la pudimos llevar hacia la banqueta en donde la acostamos y tratamos de brindarle ayuda, mientras que el niño seguía con su llanto a un lado de nosotros.
Ella, con todo el dolor producido por las heridas y fracturas levantó la cabeza, nos miró a los tres como agradeciendo el gesto y murió, no pudimos hacer nada para salvarla. La mujer se acercó al niño y lo abrazó dándole palabras de aliento y consuelo mientras llegaba su papá.
Aunque era una perrita, no de raza, tratamos de salvarla, de darle al menos los primeros auxilios para poderla llevar a una clínica veterinaria y fuera atendida pero no logramos nuestro objetivo.
Es triste sentir como llega la muerte y te arranca de las manos una vida, aunque sea de un animalito, y aun más triste es ver como la gente ni siquiera se da tiempo de ayudar y cómo el conductor que atropelló a aquella perrita no tuvo el valor de frenar, de esquivarla o, en último de los casos, detenerse para prestarle un poco de ayuda.
Cuando llegó el papá del niño nos dio las gracias y le dio a su hijo el apoyo por haber perdido a su mascota; un niño que valora el amor y compañía de quien, seguramente, estuvo con él por algunos años de su vida.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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