Era un día 10 de mayo, día de las madres, y aunque esto pasó hace más de 20 años, lo recuerdo como si fuera ayer.
Ese día, no se porque de pronto me vi en el panteón de Colima, caminando por sus calles, que debido a la fecha no estaban solas como suelen estar a diario.
Música de mariachi, de banda y hasta de conjunto norteño se escuchaban por todos lados. Las tumbas rodeadas por quienes tienen ahí, en el sepulcro, a su madre ya fallecida, algunos cantando, otros riendo, algunos más platicando.
Pero entre todas las tumbas me llamó la atención una en particular, era una gaveta sencilla, sin ni siquiera un florero, una corona o un ramo de flores que se acostumbra llevar en esos días, pero a cambio de eso ahí estaba un niño acostado bocabajo simulando que abrazaba a quien ahí estaba enterrada, un niño que, desde mi punto de vista, no pasaba de los ocho años de edad pero que muy despacio lloraba.
Para muchas personas que se encontraban alrededor el menor pasó desapercibido debido a la música y “fiesta” que se vivía ese día en el panteón, pero al verlo ahí me acerqué poco a poco y me senté en la tumba de junto.
Escuché perfectamente como el niño platicaba, entre sollozos, con su mamá: “mamá te quiero mucho, como quisiera que estuvieras conmigo”; otras veces decía “mamita por que nos dejaste, dile a Diosito que te deje regresar”.
El niño a pesar que se dio cuenta lo cerca que tu estaba, prosiguió con su plática y llanto en la tumba.
Después de varios minutos de estar en su mundo, el niño le pidió perdón a su mamá por no llevarle flores ya que no tiene dinero para comprárselas.
Por fin se levanta de la tumba y antes de irse le hago plática, el niño se llama Marcos, me dice que tiene 10 años de edad y me cuenta que su mamá murió hace apenas seis meses y ese era el primer día de las madres que la visitaba en el panteón.
Con sus ojos llorosos me dijo que era el mayor de dos hermanos y que su mamá murió debido a un accidente y quedaron al cuidado de su papá y una tía y aunque los trataban bien “nada es igual a como nos trataba mi mamá”, me dijo llorando.
Después de platicar por unos minutos le dije que si le gustaría llevarle flores a su mamá en ese día, pero me contestó: “no tengo dinero”, lo convencí y fuimos a comprarle un ramo de flores que gustoso lo dejó sobre la tumba y prometió a su mamá que pronto regresaría y que jamás la olvidaría.
Ese día comprendí que muchos tienen la desgracia de perder a una madre siendo niños y tienen que seguir en la vida y muchos otros no valoran a su madre aun cuando la tengan con vida.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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