EL FIN, JUSTIFICA…
“Ahora con el nuevo presidente Peña Nieto, México está probando
que las grandes negociaciones políticas pueden suceder,
y que las democracias pueden atacar sus problemas más duros”
Sábado 30 de marzo de 2013
The Washington Post
El 10 de marzo el Gobierno de Enrique Peña Nieto cumplió 100 días. Como era de esperarse hubo reacciones. Por el PRI, el elogio, normal en nuestro sistema como en otros. Del otro lado, en la singular oposición mexicana, conformada principalmente por el PAN y el PRD, la descalificación y unos esbozos de reconocimiento, normal, también en una democracia manejada por ocultos poderes fácticos, simulados entre la corrupción y la impunidad.
De Presidente mediático lo acusó el PAN y de unilateral el PRD, pero nadie de ilegal ¿De allá, a acá que ha pasado? ¿Qué hubo en estos primeros días de actuación en el poder de un individuo, que lo asumió bajo condiciones inéditamente adversas, y no hablamos de la obligada actitud de la oposición sino de esas voces de la sociedad civil que auspiciadas o no, espontáneas o no, reales o no, se escucharon hasta modificar la agenda del candidato y de los propios medios que jugaban con su candidatura, como con los otros ¡No fuera a ser!
Desde el YoSoy#132, los oportunistas y los despistados que aprovechando el anonimato se colgaron para sacar frustraciones y fobias a través de las redes sociales, así como las intrusiones y las violentas agresiones que enfrentó el equipo de campaña del priista y él mismo lograron, por lo menos, hacer ver, más que al PRI, al sistema, que las cosas ya no son iguales, que algo había cambiado en la sociedad y que si no se ponían al día, la noche podría y puede pasar a ser la peor pesadilla en un país que ya creció y que harto demanda y exige.
Acorde con esa realidad y condiciones el actual Presidente emprendió acciones difíciles, con la ley en la mano se atrevió, irrumpió en espacios vedados, tocó intereses y se metió contra quienes nadie lo había hecho, enderezando lo que se había dejado torcer, marcando el rumbo de su administración con líneas sustentadas. Al parecer, este gobierno se dio cuenta, al fin, que la obra pública es importante, pero la obra social lo es más. En esto último es donde Peña Nieto delinea su sexenio. Acciones enfocadas al aspecto social y humano.
Desde el inicio, buscó acercamientos con los dirigentes de los partidos de oposición en lugar de exacerbar la animadversión, como bien lo hicieron sus antecesores. El resultado fue el Pacto por México firmado públicamente, asumido y hasta hoy defendido por los partidos políticos con representación en las cámaras. En lo global, Peña Nieto ha mostrado que el camino es el acercamiento con los países, todos, sin distingo, no solo Estados Unidos.
En lo jurídico, incluso contra lo “políticamente correcto”, se dio la liberación de la francesa Cassez, evidenciando el torpe manejo del caso y sentando precedentes de respeto por los derechos humanos. Y, desde luego, la aprehensión de la otrora poderosísima Gordillo, acto con el que dirige el mensaje de su posición a gobernantes, políticos y líderes corruptos: Nadie será intocable, nadie quedará impune si defrauda la confianza pública que obliga a ser éticos y honestos, que reafirma con averiguaciones previas enderezadas a terceros, igual que a exfuncionarios que recién concluyeron, como Granier, de Tabasco y Sabines, de Chiapas, entre otros en capilla.
A lo que hay que sumar las antes enfriadas por los intereses fácticos y sus cómplices, las llamadas reformas estructurales, como la laboral, la educativa y, la más reciente, fraguada en este periodo, la de telecomunicaciones, a las que se sumarán la energética y la fiscal, las que, con los lógicas y obligadas modificaciones de forma, se aprobarán y paulatinamente destruirán la leyenda urbana de que él, como “producto” de los “grupos de poder” y en especial del duopolio de las televisoras, estaría subordinando sus decisiones, claro, hay que estar pendientes de las leyes reglamentarias, último asidero de los perversos.
En escasos 100 días, Peña Nieto, el Presidente, ha rescatado al Estado mexicano. Quienes dudaban han sido desengañados, quizá no habían entendido que “en política el fin justifica los medios”.
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