SIN MÁS…

PEDRO PUENTE PÉREZ | Opinión | 11/03/2013

La calle esta obscura, sin movimiento y lejos, muy lejos de la zona centro de la ciudad.

La colonia tiene fama de ser de las mas tranquilas, ya que es donde vive la gente con dinero; dicen que nunca se cometen robos ni mucho menos hay pandillerismo, por lo que voy tranquilo, sin prisa y disfrutando de lo fresco de la noche.

Miro el reloj, las manecillas marcan 11:45 de la noche de ese día y como es mi costumbre, cuando hay oportunidad me gusta caminar alejado de las paredes de las casas y si es posible, como decimos, por media calle.

Iba pensando, reflexionando lo que se decía de la colonia, muy tranquila, sin pandillerismo, lo cual me hacía disfrutar de esa caminata nocturna en una ruta no muy conocida para mi pero que por azares del destino me obligaba a recorrerla; al llegar a una de las esquinas un grupo de alrededor de 10 jóvenes me salen al paso, alcanzo a ver sus rostros de “niños bien” ya que traen ropa de marca, tenis de esos que anuncian y que cuestan lo que solo una persona de la clase alta pueden comprar.

De inmediato me rodean y me empiezan a empujar diciendo obscenidades, de pronto uno de ellos saca de entre sus ropas una navaja, siento el frío metal junto a mi cuello y me ordena que le de la cartera, la cadena y el reloj, con lo cual supuse eran muchachos inexpertos y sin necesidad de robar ya que no arrebatan las cosas.

Justo cuando sacaba mi cartera para entregársela suena el celular de uno de ellos y dice: “es mi papá” para después salir corriendo para todos lados pues parecía una señal de alerta.

Mientras que yo, aun impresionado por lo que me pasó en una de las colonias en donde, supuestamente no hay pandillerismo, me puse a pensar si los papás de esos jóvenes que no pasaban de los 15 años cada una, sabían en donde estaban sus hijos, esos hijos a los que mandan a los colegios de paga, a los que se les da la mejor educación pero que por creer que dándoles todo el dinero que necesitan no les ponen atención y ni siquiera les preguntan como te fue en la escuela, como estas o les dan un abrazo.

En fin, seguí mi camino por esa colonia en donde si dicen que no pasa nada puede ser porque no conviene que se sepa o que en realidad sucede en sus calles, dejando a un lado el suceso y a los inexpertos pandilleros que se asustaron con el timbre del celular.