LA VIOLENCIA QUE NOS ALCANZÓ
En las últimas semanas, la violencia cercana y dentro de los estadios del futbol mexicano se ha venido recrudeciendo. No es algo nuevo, ya desde hace unos quince años es que las barras bravas de los distintos clubes han venido ejerciendo presión y causando temor en los aficionados que todavía pretenden ir al campo de juego con sus hijos o sus familias completas.
La realidad es que el futbol mexicano ya perdió ese encanto. Desde la balacera afuera del Estadio Corona, el sueño de que la violencia todavía no se presentaba en México, como en otros países de igual o más pasión futbolística, dejó de existir.
De igual manera, la versión de que la Liga MX es una Liga Premier en potencia es una mera especulación, es un mero argumento comercial con el que la Federación Mexicana de Futbol, a través de sus voceros oficiales en las televisoras de señal abierta, pretendía convencer a sus aficionados.
En los últimos días, algunos comentaristas se han quitado, o les han quitado, la venda de los ojos. Los actos violentos del fin de semana han generado severa preocupación en un balompié que genera dinero como en cualquier liga de Primer Mundo, pero que presenta organización y “experiencia de aficionado” –del inglés “fan experience”-, iguales a las condiciones económicas y sociales de nuestro país de la eterna crisis: de Tercer o peores Mundos.
Y la preocupación es directamente proporcional a la disminución de los ingresos que generará toda esta crisis social en torno al futbol. Los clubes cada vez presentan peores números en el ingreso de aficionados a sus estadios con boleto pagado. Así que, como en el caso de América, ya se han tomado medidas al respecto. El hecho de que la directiva americanista haya decidido vetar a sus porras del Clásico Joven, en un acto sin precedentes, pues en antaño solían hasta incentivar la presencia de estas barras bravas con boletos gratuitos y camiones pagados hacia otras sedes.
Este tipo de decisiones son el primer paso. En Inglaterra, antes de que surgiera la Liga Premier, la policía y el MI5 se encargó de los hooligans. Si no estaban encarcelados, tenían que ir a firmar a la hora de los partidos que disputaba su club, y ni pensar que pudieran acercarse a los estadios, si es que no querían ir pensando en una larga condena. ¿La justicia mexicana meterá mano en el futbol? Veremos cómo resulta.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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