El jamaicazo
Para un país de tercer mundo, es demasiado desfasado pedir una selección nacional de futbol de primer mundo. He ahí uno de los problemas principales por los cuáles el balompié mexicano avanza un paso y retrocede dos, algo que podría ejemplificar el hecho de que el último campeón olímpico no pueda ganarle un duelo oficial, y en el Azteca, a Jamaica, con todo el respeto que se merecen los compatriotas de Bob Marley.
Desde la actitud del entrenador, José Manuel de la Torre, se vislumbraba que esta escuadra nacional no jugaría con la confianza necesaria para sacar adelante un trámite. Las distancias en el futbol se han recortado, pero no tanto como para poner en entredicho un partido eliminatorio en el Azteca, y ante un equipo caribeño que no tiene futbol de alta competencia. Una cosa, por ejemplo, es recibir a Honduras, a Costa Rica, o Estados Unidos, y otra a Jamaica o cualquier isleño, nuevamente, con todo respeto. La diferencia en la exigencia es la que hace dudar en demasía sobre lo sucedido esta semana en el recinto mundialista de 1970 y 1986.
La soberbia es uno de los problemas psicológicos más recurrentes y dañinos en el futbol internacional. El mismo entrenador nacional lo dijo en la rueda de prensa posterior al partido: hubo hasta stress en el equipo mexicano. Si el stress destruye tanto en un duelo manejable, qué pensar de escenarios más complicados.
Para colmo, la ida a Honduras no será nada sencilla en el próximo partido eliminatorio. Si en este duelo gran parte de la suerte para México recayó en Jesús Corona, ante los hondureños se necesitará un poco más que eso.
Son poco los argumentos después de lo visto. Incluso, en esos instantes de locura del balompié nacional tan desequilibrado que nos reúne, hasta se pensaría que habría que pensar en las opciones de Carlos Vela, si es que los que están al parecer no muestran el interés debido. Vela tampoco quiere estar, pero si el tratamiento mediático lo eleva a la condición de figura indiscutida, como suelen hacerlo, no dudemos que el mexicano podría dar su brazo a torcer.
Entre estas actuaciones nacionales y las declaraciones de Guille Franco sobre los naturalizados mexicanos, el futbol azteca realmente se encuentra en una crisis de identidad y de solvencia. No se trata de creer en un proyecto mundialista porque sí; será un Mundial 2014 al que se llegará como campeón olímpico y buscando, nuevamente, ese “quinto partido”; pareciera que, en el intento, los primeros que no lo creen son los que están en la cancha.
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