COMENTARIO HOMILÉTICO

Administrador Colimapm | Opinión | 24/08/2025

LA SALVACIÓN ES PARA TODOS LOS QUE PERMANECEN FIELES A CRISTO

LC 13,22-30

POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo

En los domingos anteriores hemos reflexionado sobre la importancia de poner el corazón en los bienes espirituales, aquellos que están en el cielo, en el mismo Dios. Si los bienes de arriba son nuestra meta, quiere decir que Dios nos ha concedido esta gracia y que tenemos todas las disposiciones para poder alcanzarla. La salvación es universal: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1Tim 2,4), pero el don de la salvación es concedido únicamente por mediación de Cristo. Quién se dispone a escucharlo y sobre todo a seguirlo, estará en disposición de alcanzar el don de la vida eterna.

Cuando meditamos sobre la salvación, hacemos referencia inmediata a Dios, no existe una salvación en la que no esté presente Dios. Quién busca una vida nueva en la que no esté presente Dios se equivocará y su vida será una proyección de las realidades que en este mundo le eran significativas. La lectura del profeta Isaías nos recuerda que Dios es quién vendrá personalmente a reunir a todos los hombres. Dios congrega y reúne para que puedan contemplar su gloria, a esto le llamamos la comunión con Dios. Dice el profeta que todos serán conducidos a su monte santo en Jerusalén. Esta imagen que ya en si es significativa para Israel, todavía tendrá que manifestarse en un cumplimiento futuro. San Juan, en el Apocalipsis, le llamará “Jerusalén Celestial”, es decir la vida eterna en el reino de Dios. Los que no conocen a Dios le conocerán por la mediación de Cristo primero, y después por testimonio de sus hermanos para que contemplen la gloria de Dios.

Cuando reflexionamos sobre la salvación nos viene una pregunta: ¿Son pocos o muchos los que se salvarán? Esta pregunta ha acompañado a muchísimas generaciones, pero la respuesta a ella no es categórica: si o no, la respuesta a esta pregunta está implicada en una experiencia de vida y la Sagrada Escritura nos ayuda para poder comprenderlo en la experiencia de los amigos de Dios y sobre todo en su Hijo, único salvador del mundo. Jesús en el Evangelio no respondió si eran muchos pocos los que se salvaban, exhortó a la perseverancia, a la constancia y a la fidelidad: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán” (Lc 13,24). Así como todos están llamados a la salvación, todos están llamados también a conocer a Cristo para recibir la vida eterna y a la práctica de una exigencia precisa de la vida para alcanzar la gloria futura.

La puerta que nos permite la entrada en la vida de Dios se manifiesta en nuestra vida y debemos atravesarla. Dice Jesús que la puerta es estrecha, angosta. Pasar por la puerta de la salvación implica esfuerzo, sacrificio, y perseverancia, porque muchas veces consideramos la salvación como algo automático que no requiere alguna colaboración de parte nuestra y no es así. El don de la salvación implica sobre todo vivir de acuerdo a nuestra vida y vocación de hijos de Dios, manifestado en nuestra vida la verdad, la justicia, el respeto, el amor y sobre todo la fe total en Dios.

En este camino hacia la salvación la Iglesia como madre tiene también la misión de corregir a sus hijos, de indicarles el camino a seguir y sobre todo de prevenirle de los peligros que atentan contra su salvación. Los errores y los peligros deben ser evidenciados si es que de verdad se busca el bien de los demás. Creer que hay salvación sin Dios es un error que debe ser desenmascarado. Pensar que sin implicarme en la vida de unión con Dios puedo superar todos los males y encontrar la verdadera felicidad es un espejismo que debe ser reconocido. Agradezcamos a Dios el don gratuito de la salvación y, sobre todo, pidamos que nos haga dignos y merecedores de esa gracia, que, si debemos esforzarnos por entrar por la puerta angosta, no temamos enfrentar las múltiples contrariedades que la vida nos presente, más bien, confiemos en la fuerza que viene de Dios para poder experimentar la salvación ya desde ahora.