
LA GRATITUD DE QUIEN ORA Y TRABAJA, ATRAE LA MIRADA DE DIOS
LC 10,38-42
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
El camino que nos lleva a la salvación está iluminado con signos de la presencia de Dios que nos hacen creer de verdad y, sobre todo, nos disponen para entrar en comunicación y en comunión con Él. Dios siempre sorprende al hombre con la bendición de su visita, se acerca al él y pide ser recibido. ¿Cómo reaccionaríamos ante la visita y presencia de Dios en nuestra casa? ¿Qué seríamos capaces de ofrecer para agradecer su cercanía? Los textos de este domingo nos enseñarán cómo disponernos para acoger a Dios que viene a nosotros, las disposiciones interiores y las acciones concretas.
Una de las verdades que afirmamos con certeza es que Dios ha creado al hombre por amor y nunca le abandonará; Dios busca al hombre y desea que éste pueda corresponderle con sinceridad y con profundo amor. El texto de la primera lectura nos presenta la visita de Dios a Abraham. Dios se manifiesta con las semblanzas de hombre, son tres hombres que buscan a Abraham para darle un grande regalo, para ofrecerle un don, aun cuando Abraham podrá ofrecerle lo mejor que posee, la gracia que Dios trae es superior en todo sentido, así lo dice el mismo Abraham: “Señor, si he hallado gracia ante tus ojos, te ruego que no pases junto a mi sin detenerte” (Gn 18,3).
La permanencia del Señor con el hombre es la respuesta a su mayor deseo y el regalo más grande que se pueda recibir en este mundo. Dios se acerca al hombre en un contexto de amistad, de familiaridad, de visita, donde permanece y donde se da un intercambio de dones; que imagen tan grandiosa para comprender el misterio respuesta agradecida a Dios es, sobre todo, una vida buena. En este sentido podemos afirmar que el hombre cuando reconoce el grande amor de Dios y su constante presencia, protección y providencia le responde con una vida grata a sus ojos, con una vida santa, una vida buena
La visita de Dios al hombre es y será siempre un motivo de profunda alegría, pero, ¿cómo podemos recibir la visita y la bendición que Dios nos trae? Lo primero es la disposición del corazón a recibirlo, y eso lo acabamos de ver con Abraham, quién desea de corazón que Dios se quede; por su parte el Evangelio nos presenta el pasaje de la visita de Jesús a sus amigas Marta y María. Ambas mujeres, a su vez, tratan de dar el mejor recibimiento a Jesús: Marta se empeña en todo aquello que, exteriormente, pueda demostrar que es bien recibido; y María, en cambio, permanece a sus pies escuchando su Palabra. Los dos elementos o signos que demuestran la bienvenida dada a Jesús son importantísimos, pero escuchar su palabra y dejarse instruir por el Señor, es el regalo más grande, puesto que abre al mismo tiempo el corazón, para que su gracia no pase de largo, sino que permanezca. Abraham dijo: “no pases junto a mí sin detenerte” (Gen, 18,3), así también nosotros, debemos desear y pedir a Dios que su cercanía a nuestra vida y a nuestro corazón no sea en vano por culpa de nuestras debilidades, fragilidades o desinterés. Que, disponiéndonos a una vida nueva, más ordenada y más acercada a Dios, podamos reconocer que es justamente en el momento de la unión con Él, cuando todas las cosas se fortalecen, se renuevan y perfeccionan.
Las visitas de Dios en nuestra vida son tantas y tan variadas, que hay que tener el ojo y el oído abierto para poder ser testigos de su presencia. Nos visita en la Santa Misa y está presente siempre en el Sagrario para que podamos acercarnos, como María, a escuchar su Palabra. Lo encontramos constantemente en la oración, para que desde allí pueda seguir dirigiendo con fruto nuestra vida y ésta sea manifestación de su gloria en todo lo que hacemos o proyectamos.
Total de Visitas 362770403
A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
Desarrollada por HMH Sistemas
Template by OS Templates