
CONOCER LA IDENTIDAD DE JESÚS, INICIO DEL VERDADERO SEGUIMIENTO
LC 9,18-24
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
Retomamos el tiempo ordinario después de las grandes solemnidades del tiempo Pascual y post pascual. Todo lo que hasta este momento hemos conocido de Dios tiene una finalidad, llevarnos a la comunión con Él; no sólo conocerle intelectualmente, sino que, mediante este conocimiento, lleguemos a la unión con Él por medio del seguimiento. Responder hoy la pregunta de Jesús ¿quién soy yo para ustedes?, nos permitirá situarnos en el grupo de aquellos que le han seguido. Por tanto, de la respuesta dada, dependerá la implicación en el proyecto del Reino de Dios para poder entrar en la gloria y que incluye también, en muchas veces, el rechazo de los demás, el sufrimiento y el sacrificio.
El conocimiento humano depende de la experiencia. Hay una frase que dice: «no hay nada en la inteligencia que no haya pasado por los sentidos», así, el conocimiento que el hombre tiene de Dios comienza por esta experiencia, pero no se limita a ella únicamente. El conocimiento de los misterios de Dios es inalcanzable para nuestra capacidad, por eso, Dios dispuso desde el Antiguo Testamento que ofrecería los medios para que el hombre lo pudiera lograrlo.
El pasaje que nos presenta san Lucas, se realiza en un contexto de oración, estaba Jesús con sus discípulos en un lugar apartado orando cuando les pregunta: ¿quién dice la gente que soy yo? Lo que Jesús, hasta ese momento había dicho y hecho, manifiesta claramente su identidad, que para los que están lejos no es tan clara: «unos dicen que eres el Bautista, Elías o alguno de los antiguos profetas». El conocimiento que tiene la gente, según su capacidad y sus humanas posibilidades, los hace reconocer en él un enviado de Dios, un «profeta», pero Jesús es más que eso. Después de esa respuesta, ahora Jesús se dirige a los discípulos: «ustedes ¿quién dicen que soy yo?, a lo que Pedro responde: «el Mesías de Dios». Llegar a afirmar que Jesús es el Cristo, el Salvador o Mesías, manifiesta una comprensión en la que el mismo Dios ha actuado con su Espíritu, ha iluminado la inteligencia de Pedro para que pudiera llegar a afirmar algo que por sí mismo no hubiera podido. Dijera también el evangelio de san Mateo «el Cristo, e hijo del Dios vivo» (Mt 16,16).
Esta frase nos hace comprender que Dios nos ilumina interiormente para poder conocerle en profundidad, para conocer a su Hijo y entender su misión entre nosotros. La presencia de Cristo, que ya es el primer paso para verle, se une a la iluminación divina que es necesaria e indispensable para conocerle. El bautismo nos ha permitido llegar más en profundidad en el conocimiento de Dios y esto es una gracia inmensa, sin embargo, los que no han recibido su gracia y su Espíritu, siguen luchando con su capacidad limitada en el deseo de conocer a Dios y siguen sedientos de Dios; se acercan un poco, pero no tienen la convicción de profesar la fe y afirmar que Cristo es Dios, Cristo es el salvador.
La afirmación que Pedro hace sobre la identidad de Jesús debe completarse con la experiencia que tendrán que vivir junto con Él, de una experiencia que implicará la cruz. La revelación que hace Jesús da paso al seguimiento, por eso el bautismo inaugura en nosotros la vida nueva de Dios que nos hace caminar junto con él y detrás de él. Así también, quién afirma conocer a Cristo y no lo sigue, prácticamente le desconoce. Si alguno en este mundo se conforma con saciar su curiosidad sobre la identidad de Dios y no se empeña personalmente en su imitación y seguimiento, no encontrará el sentido de la vida. No temamos conocer a Cristo profundamente porque de eso dependerá el seguimiento que nos lleva a la paz.
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