COMENTARIO HOMILÉTICO

Administrador Colimapm | Opinión | 13/04/2025

DOMINGO DE RAMOS Y ENTRADA TRIUNFAL A JERUSALÉN

(Lc 22,14-23,56)

POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo

Hermanos, con la celebración del domingo de Ramos comenzamos la semana Santa y acompañamos a Cristo en su entrada triunfal a Jerusalén. Los textos de la liturgia nos presentan en “anteprima” o preliminar, el desarrollo del Triduo Pascual, desde la última cena hasta la muerte y sepultura de Cristo. Este anuncio es tomado del Evangelio de san Lucas y es importante en este día escuchar o realizar la lectura completa de la pasión. Encomendémonos a Dios para que nos ayude a disponernos a una vivencia profunda de fe durante estos días santos.

Las primeras palabras de la narración de la Pasión de Cristo, que nos presenta san Lucas, nos muestran los sentimientos y afectos con los cuales el Señor se dispone a cumplir la voluntad del Padre. Dice Jesús: “Cuánto he deseado celebrar esta pascua con ustedes antes de padecer” (Lc 22,15). Evidentemente la conmoción profunda de Cristo manifiesta el gozo por celebrar la “nueva pascua” con sus discípulos, aquella que anticiparía en la entrega de su cuerpo y sangre durante la última cena, y que después se realizará en el sacrificio de la cruz.

Aunque esta nueva pascua y la entrega de Jesús fue recibida por muchos con negativas disposiciones como el rechazo, la indiferencia, la burla y el odio, ahora toca a nosotros vivirla con una disposición de humildad y de agradecimiento, como aquellos que estuvieron cerca de Cristo en ese momento, y fueron capaces de reconocer el paso de Dios. Ahora es importante preguntarnos: ¿con qué disposiciones me apresto a celebrar la Pascua? Los textos de la liturgia de este domingo nos presentan a Jesús afrontando los últimos momentos de su vida, con una entrega profunda y un inmenso amor, resumiendo y actualizando en su persona la obra de Dios.

Es habitual decir que toda acción a la que aspiramos realizar, debemos hacerla con ánimo, con decisión y con grande valor. Así Jesús, asume y acepta la pasión y el sufrimiento con una profunda serenidad y con toda autoridad entra en Jerusalén para cumplir la obra del Padre. La invocación de todo el pueblo al verle entrar montado sobre un burrito, fue aclamarle como el Hijo de David, “Hosanna al hijo de David” (Mt 21,9), clara afirmación del reconocimiento de su autoridad. El pueblo veía en ese gesto la realización una profecía de Zacarías: “¡Exulta hija de Sion, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno” (Zac 9,9).  Pero, sabemos bien que, “lo que no se cree con el corazón es prontamente olvidado”, toda esa multitud a los pocos días gritará ¡Crucifícale! Aun cuando la hostilidad del pueblo llegó al punto de decidir darle muerte y su obstinación había llegado hasta el límite, Jesús asume con la fuerza de Dios la prueba que está por comenzar. En contraste a toda esta fuerza negativa y contraria, Jesús muestra valor y cumple la voluntad de Dios.

Los discípulos, por su parte, que tenían que estar cerca, serán alejados por sus mismos miedos y debilidades, mas no así su Madre, María Magdalena y Juan. ¡Qué diferente se reacciona cuando la prueba toca la existencia de cada uno! Jesús, en su entrada triunfal a Jerusalén nos invita a seguirlo, a aclamarle como nuestro salvador (Mesías, hijo de David) y sobre todo a permanecer junto con él en los momentos más difíciles, porque es también allí, en nuestros momentos difíciles, cuando Cristo estará cerca de nosotros.

Hermanos, que las disposiciones de valentía, de silencio, de oración y de amor total a Dios, que vemos en nuestro Señor al enfrentar la Pasión, nos acompañen durante esta Semana Santa para recibir también con Él los frutos de su sacrificio. Comencemos con gran ánimo esta nueva experiencia de gracia y compartamos el gran deseo de Cristo de querer celebrar la pascua con nosotros. Acompañémosle en sus sufrimientos para que podamos participar después con Él en su Resurrección.