
“VOLVER A DIOS PARA ENCONTRAR LA ALEGRÍA DE LA SALVACIÓN”
Lc 15,1-3.11-32
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
El camino penitencial que hemos comenzado debe tener también una cualidad particular, la alegría. Este cuarto domingo es llamado Laetare, que significa ¡alégrate!, que hace referencia a la invitación que hace el profeta Isaías a Israel porque ha comenzado su liberación (cf. Is 66,10-11). Todo regreso a Dios será motivo de alegría y fuente de regocijo porque es en ese momento que comienza la verdadera vida, la libertad y la abundancia. Hoy meditamos la parábola del hijo pródigo que nos presenta la constante actitud del hombre de gozar de su vida sin medir las consecuencias de sus actos, además del regreso a la casa paterna, motivado por la reflexión, la introspección y, sobre todo, por la confianza el perdón del Padre. La misericordia será el comienzo para una verdadera liberación de toda atadura y una nueva proyección de vida, que da paso a la alegría del encuentro.
El hombre siempre ha experimentado en su corazón un deseo insaciable de gozar, que lo mueve a hacer todo lo que esté en sus manos para lograrlo. Pareciera que la abundancia de los bienes y la riqueza pueden ofrecer toda una gama de gustos y placeres que no tendrán fin, pero el tiempo pone fin a toda ambición y deseo desmedido de tener y de gozar. El problema no está en disfrutar de los bienes que Dios ha creado, claro, siempre y cuando estén ordenados a un buen fin, y que sean obtenidos por el propio esfuerzo. Se dice que lo que se gana con sacrificio se valora aún más. Por este motivo, el saber gozar moderadamente de todos los bienes en este mundo, acompaña y da un sentido de plenitud y de satisfacción.
Lamentablemente si el hombre no es maduro y no está formado para administrar rectamente sus bienes (recibidos o conquistados), éstos se convertirán en medios para su propia ruina. El Evangelio nos presenta la parábola del Hijo pródigo como una enseñanza que Jesús da a aquellos que le criticaban porque se acercaba a los pecadores. Con la figura del padre, que espera el regreso del hijo y se alegra por su llegada, Jesús demuestra la apertura de Dios hacia el hombre que reconoce su pecado y vuelve confiado a Él.
El Evangelio nos presenta a un hijo que exige su herencia y se aparta de la casa de su padre buscando disfrutar de sus bienes ilimitadamente: “Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó sus bienes viviendo como un libertino” (Lc 15,13). Los bienes o sustancias que recibe son malgastadas y el texto lo presenta todas las acciones que acompañan su perdición: alejarse, perder, derrochar, gastar, tener hambre, morir. Finalmente, podemos concluir que todos los goces y placeres se terminan y todo finaliza en la muerte. Gastar y derrochar lo que se tiene y aún, lo que no se tiene, son acciones que no favorecen a una vida feliz del hombre sobre este mundo. Todos los excesos son un peligro para quien desea una vida tranquila y en paz.
Un cambio verdadero en la propia vida se dará únicamente, cuando volvamos la mirada a Aquel que de verdad puede ayudarnos, a Aquel que lo puede todo, a Dios. En el Antiguo Testamento, después de que el pueblo de Israel fue liberado de Egipto, Dios le hace comprender que esa acción fue una obra de su amor y misericordia: “Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto” (Jos 6,9). Ahora que son verdaderamente libres, en la tierra prometida pueden celebrar y gustar de los dones de Dios. Ahora bien, todo esto que aconteció en el pasado, fue figura de lo que acontecería con el envío de Cristo al mundo, el hombre es invitado a regresar a Dios libremente, a reconocer la importancia de tenerlo como Padre y a confiar en la abundancia que nos espera en su presencia. Pero, no olvidemos que este cambio debe comenzar por el arrepentimiento, la humildad y la conversión. Valoremos de verdad todo lo que Dios nos ha ofrecido sobre este mundo y aprendamos a hacer buen uso de las cosas para poder experimentar la verdadera alegría, aquella que solo viene de Dios.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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