
LA PALABRA DE DIOS ES NUESTRA FUERZA PARA VENCER LA TENTACIÓN
LC 4,1-7
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
Comenzamos el primer domingo de Cuaresma, que podríamos llamar también, la primera etapa de nuestro camino penitencial. Es propiamente al inicio de este recorrido que debemos reconocer que la tentación es el primer obstáculo que nos impide vivir completamente la voluntad de Dios. Hoy procuraremos identificar el origen de la tentación, el proceso de la tentación y sobre todo los medios para poder vencerla y continuar nuestro camino de renovación interior.
Es importante hacer una diferencia entre dos expresiones: “poner a prueba” e “incitar a la tentación”. Dios pone a prueba al hombre para ver qué hay en su corazón. La finalidad de la prueba es hacernos salir victoriosos y demostrar así la fuerza de Dios que sostiene el corazón. La tentación en cambio, busca hacer caer, fallar y destruir. Dice la escritura: “Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, para probarte y para conocer lo que había en tu corazón: si ibas a guardar sus mandamientos o no” (Dt 8,2). “El crisol es para la plata y el horno para el oro, pero el SEÑOR prueba los corazones” (Prov 17,3). En el Antiguo Testamento, el vocablo utilizado para examinar es baḥan «Examinar, probar, sondear, analizar, poner a prueba, aquilatar, acrisolar, escrutar». Dios pone a prueba al hombre, y el corazón es el lugar donde Dios examina (Sal 17,3).
La tentación es una invitación a realizar una acción placentera y atractiva que es considerada contraria a Dios o a su voluntad. Por tanto, la tentación se presenta como una invitación al hombre para decidir sobre sí mismo sin importarse de Dios. El libro del Génesis nos presenta que la tentación tiene origen en el Mal. Es el maligno quien la propone, por lo cual, es designado también como el “tentador”, que aparece en la semblanza de una serpiente que invita a la mujer a pecar. Después del pecado, el corazón del hombre quedó herido y debilitado por la sugestión del mal, se les abrieron los ojos para ver el mal (Gen 3,7). Ahora podemos advertir que además del enemigo, como origen de la tentación, está el corazón débil del hombre, que muchas veces se hace instrumento del mal para incitar y sugerir el mal. La colaboración del hombre en la tentación siempre ha sido evidente y siempre será una acción reprobable. Ya en el Nuevo Testamento nuestro Señor advierte el castigo para aquellos que incitan a otros (los más pequeños) al mal (Mt 18,6). En conclusión, debemos reconocer que las tentaciones pueden venir de fuera, del enemigo o desde dentro, de nuestra humana fragilidad. Pero esto nos debe desanimar en nuestras luchas por vencer la tentación, aunque a veces ésta se haga más fuerte, porque Cristo nos ha dado en el ejemplo de su fortaleza cómo rechazar la tentación y sobre todo cómo vencer el mal.
El texto del Evangelio nos presenta a Jesús que es conducido al desierto para ser tentado por el diablo. Tentaciones sobre el tener, el poder y el ser, son rechazadas con la palabra de Dios. Jesús presenta la Escritura como la voluntad de Dios que debe ser luz para descubrir la tentación y para poder vencerla. Lo primero que debemos reconocer es que no estamos solos. Cuando la tentación nos hace creer que estamos solos, que Dios está lejos, que no nos ama o que no le interesamos, en ese momento nos volvemos más frágiles. Quien sabe que Dios está en su corazón no dudará en pedirle auxilio. Lo primero es orar, la oración constante nos prepara para los momentos de prueba y tentación. Además, debemos esforzarnos por vencer las pequeñas batallas, para poder resistir las más fuertes.
Leamos y conozcamos más a fondo la Palabra de Dios, para descubrir en ella el camino a seguir, sus mandamientos, sus preceptos y sobre todo su amor hacia nosotros, para que tengamos una referencia y un punto de apoyo para analizar y discernir los engaños del Enemigo y poder vencer toda tentación.
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