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*La estudiante de doctorado, Betiana Billiardi, de la UAA, realiza una estancia académica en el Centro Universitario de Investigaciones Sociales de la UdeC
Betiana Billiardi, quien realiza una estancia académica en el Centro Universitario de Investigaciones Sociales (CUIS) de la Universidad de Colima, lleva a cabo un estudio con niños y niñas, de entre 6 y 17 años, activistas por el medio ambiente en América Latina.
Billiardi, quien estudia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, compartió que, en América Latina existen más movimientos de menores de edad que se dedican al activismo de los que se cree. “Unos fundaron sus propias asociaciones o movimientos y otros se insertaron en movimientos ya consolidados. Todos ellos tienen un activismo relacionado con estilos de vida y un compromiso individual. A este tipo de movilización se les conoce en la sociología moderna como alter-activismo”.
En un primer mapeo en América Latina, Betiana Billiardi encontró 23 perfiles públicos de niños y niñas que se dedican al activismo de causas como el cuidado de los animales y áreas verdes, entre otras. De ellos, sólo nueve entraron en esta investigación, pues se dedican al cuidado del medioambiente y se localizan en Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, República Dominicana y México. Para el estudio de estos grupos se utilizó la metodología etnografía digital, la cual permite estudiar las prácticas de las personas en plataformas como las redes sociales.
Estos niños, dijo la joven investigadora, “tienen intereses particulares, como puede ser la Mata Atlántica o bosque Atlántico en Brasil o un lago en Venezuela. Su impacto como activistas ha sido bueno, tanto así que los han invitado a participar en foros de la COP, la ONU o la UNESCO”.
Aunque se suele pensar que los niños tienen una conexión innata con la naturaleza y, por lo tanto, con el ambientalismo, Betiana cuestiona esta idea. Argumenta que dicha conexión no es automática, sino que está influida por factores culturales y sociales. Un ejemplo de esto es que los niños que participan en el activismo ambiental suelen pertenecer a clases medias o medias altas. Si bien dedican esfuerzos a conseguir recursos para sus causas, sus preocupaciones rara vez incluyen temas como la conexión a Internet, la supervivencia diaria o el acceso a servicios básicos, lo que evidencia diferencias en las prioridades según el contexto social.
Reciben un fuerte acompañamiento de su familia, más de las madres que de los padres, para que se involucren y tengan esta conexión con la naturaleza. Además, cuentan con el apoyo de sus escuelas o iglesias. “Entonces, no podríamos decir que hay una cualidad innata para el activismo, porque se necesitan ciertos pilares y estructuras que faciliten que los niños intervengan. Incluso en la investigación que llevo a cabo hay dos casos de niños que provienen de familias que tienen una larga trayectoria activista”.
Respecto al cómo se sienten los niños respecto al activismo, comentó que es una montaña rusa de sentimientos. “Inician desde el sentimiento de preocupación, tristeza por alguna situación de destrucción o contaminación; después se empoderan, alzan la voz y ganan espacios, pero también se sienten cansados, con miedo y ansiedad. En este trayecto van teniendo varias emociones, porque a diferencia de los activistas adultos tienen barreras distintas, incluso para conseguir recursos”.
Si bien los niños activistas responden a preocupaciones genuinas y defienden causas locales, esta investigación también revela que sus discursos están siendo influenciados por organismos internacionales, los cuales establecen ciertas expectativas sobre lo que significa ser un buen ambientalista y activista. En este contexto, los niños buscan fortalecer su autonomía, ampliar su capacidad de decisión y ganar espacios a partir de lo que aprenden en sus familias.
Sin embargo, también comprenden que, para ser escuchados y aceptados, deben negociar y definir cómo quieren presentarse ante el mundo. Algunos de ellos tienen una trayectoria significativa en el activismo, con más de siete años de experiencia, habiendo iniciado desde una edad muy temprana.
Acerca de la participación de los niños en organizaciones como la ONU y en instancias gubernamentales, Betiana Billiardi dijo que es una relación ambivalente. “Los niños están de acuerdo en participar en estos foros, pero a la par tienden a ser discriminados por pertenecer a América Latina o por tener cierto color de piel, o ser de cierta etnia”. Por otro lado, son pocos los espacios que se les dan en las organizaciones lideradas por adultos, porque éstos tienen sus propias fundaciones, sus propios proyectos.
En la agenda de los gobiernos, sí existe un interés por las propuestas de estos niños activistas, especialmente por parte de los ministerios de Medio Ambiente en algunos países latinoamericanos. “En el caso de Colombia y Chile, detecté conexiones entre estos niños y funcionarios gubernamentales vinculados a la gestión ambiental o áreas afines”, señaló.
Este interés se refleja en estrategias de publicidad, mercadotecnia y propaganda por parte de los gobiernos, lo que les permite a los niños activistas ganar visibilidad. Además, su participación en espacios promovidos por organizaciones internacionales les brinda acceso a recursos y oportunidades que, de otro modo, no tendrían.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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