COMENTARIO HOMILÉTICO

Administrador Colimapm | Opinión | 02/02/2025

“LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR AL TEMPLO”

LC 2,22-40

POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo

Este cuarto domingo coincide con la fiesta de la Presentación del Señor. Hace 40 días celebramos Navidad y después de cuarenta días, que sería el tiempo para la purificación de María, ella junto con José se acercan al templo para presentar a su Hijo a Dios, este rito de presentar al primogénito a Dios y ofrecer por la purificación una ofrenda son realizado con profunda humildad por María y José. Estemos atentos a los signos que se presentarán en ese momento y cómo Dios cumple sus promesas a los que esperan confiados su liberación.

Dios es la santidad absoluta, el tres veces santo, que ha creado al hombre para que pueda gozar de la comunión con él. Sin embargo, el pecado nos aparta de Dios y nos hace indignos de estar en su presencia. Pero Dios, que es misericordia infinita, invita al hombre a purificar su corazón para volver a Él. En la cultura de Israel, las situaciones de impureza impedían acercarse al templo (cfr. Lev 11-18). Hoy que celebramos la presentación del Señor a Dios vemos a María y José cumplir con la práctica de presentar al hijo primogénito a Dios (Lev 12,1-10). El texto nos precisa en el verbo proístemi, que esa presentación tenía un significado: presentar, poner junto a, estar frente a; esto era posible después de que pasaran unos días en que la Madre del niño pudiera purificarse por haber dado a luz.  Nosotros, a la luz de la Revelación y partiendo de la concepción teológica sobre la Virginidad de María y su Inmaculada concepción, sabemos que María no tenía necesidad de alguna purificación porque es la “Toda pura”, en cambio ella, cumple con humildad con esa prescripción y con el rito que se prescribía.

En nuestra cultura religiosa hemos conservado esta verdad sobre la importancia de purificarnos para entrar en contacto con Dios y estar en su presencia. Si queremos acercarnos a Dios debemos purificar nuestro corazón, así como también, para el encuentro pleno y definitivo con Él, debemos purificar totalmente nuestra alma y conciencia. Por eso, más allá de la pureza exterior, debemos poner atención al corazón para que no haya nada que nos impida poder acercarnos a Dios.

Llama la atención en el pasaje de este domingo la actitud de Simeón y Ana la profetisa, ambos justos y temerosos de Dios, que frecuentan asiduamente el templo; a ellos les es concedido ver al Mesías y completar su alegría. Al punto que Simeón afirmará: “ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,30-32). En estos dos personajes podemos ver la importancia de vivir en la justicia y en la docilidad del Espíritu Santo. Simeón obedece la moción del Espíritu de ir al templo y se encuentra con las promesas que Dios le había hecho. Si se hubiera reusado a ir, o por cualquier motivo hubiera pospuesto su ida, no se habría encontrado con el Salvador. Por eso podemos afirmar que es importante ser dóciles a las mociones del Espíritu porque nos acercará al encuentro con Dios, de hecho, en este texto, es presentado Jesús como Luz para revelación de los pueblos y gloria de Israel su pueblo (cfr. Is 46,13).

Partiendo de esto podemos considerar que cada vez que entramos en contacto con Dios, le visitamos y nos hacemos presentes, regresamos a casa con la certeza de que Dios nos ha bendecido y que verdaderamente nos hemos encontrado con Él. El acercamiento a Dios es motivo, fuente y origen de gracia y bendición para nosotros, por eso, al regresar a casa y a nuestras labores seguimos experimentando la acción de Dios en nuestra vida. Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para vivir de una manera digna y justa, porque sólo así seremos capaces de comprender los signos de Dios y estar en el momento oportuno donde Dios nos manifestará su amor y su gracia.